Aquella mañana se levanto como muchas otras antes de que se hiciera de día, le gustaba aprovechar aquellas primeras horas de la mañana para pasear por el campo, hacía un poco de frío a esas horas no eran mas de las seis, se puso una chaqueta de nylon no era muy gruesa pero le quitaría bien el aire fresco.
Salió por la puerta que daba al callejón y anduvo los doscientos metros que le separaban de la carretera, para cruzar al otro lado y coger el camino que le llevaba hasta campo abierto, era todo un gozo pasear por allí tan temprano, había días que se cruzaba con algún conejo que salía bajo sus pies asustado, era normal escuchar moverse alguna alimaña entre los matorrales, por lo que no se asustaba al oír movimiento de vez en cuando.
Bajo por el camino hacía la senda que llevaba al río y se sentó en un viejo tronco de fresno que había caído a poco metros de la orilla. Estaba mirando la superficie del agua fijamente, ya empezaba a clarear y en el río comenzaba a despertar la vida, una tortuga asomaba la cabeza por la superficie y miraba hacía el fijamente, de repente se metió de golpe bajo el agua asustada por algo, pero el no se había movido, miro hacía atrás para ver que podía ser aquello que había asustado a la tortuga.
Giro lentamente la cabeza para no asustar a aquello que fuera que había detrás y por el rabillo del ojo vio como algo se le venía encima, no consiguió ponerse de pie, aquello lo arrastro hasta una hondonada y comenzó a enterrarlo.
No volvería a pasear por aquellos campos, más paso a formar parte de ellos.

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