Confianza y orgullo


Este cuento ha resultado el ganador del I CONCURSO DE CUENTOS NAVIDEÑOS ONDA CARTAGENA que se celebró el pasado 22 de diciembre.

A través de una entrada que hizo culturarte337 me enteré de la celebración del mismo, por lo que una vez leí las bases me decidí a participar.

Escribí este cuento y lo envié, cual ha sido mi sorpresa que el mismo día 22 día de lotería me llamo Javier Sánchez Páramo. miembro del jurado y presentador de “Nuestro arte, nuestra cultura” para notificarme que había sido el ganador del concurso.

He de reconocer que ha sido una gran satisfacción personal, saber que un escrito propio queda ganador en un concurso. Ello te hace ver que el trabajo que vienes realizando día tras día va mejorando poco a poco y me hace seguir adelante.

Quiero agradecer a Sari, por su apoyo, sus correcciones y sus consejos, que han dado un buen fruto.

Sin más preámbulo os dejo el cuento titulado.

Confianza y orgullo

Se aproximaba el mes de diciembre y con él la Navidad. Es el mes de los sueños, donde la imaginación corre a raudales por las cabezas de los niños y niñas del mundo entero, deseando que llegue la noche del veinticuatro en la que Santa Claus o Papá Noel (dependiendo del país a que pertenezca cada soñador o soñadora) apacigua esa ansiedad creada en fechas pasadas.

Pero antes de que esto suceda hay muchos preparativos que hacer e Ismael, un niño con mucha imaginación, lo sabía. Sabía que en su colegio se prepararía el tradicional concurso de carteles de villancicos y este año podía presentarse. Llevaba ya dos años soñando con poder acceder al concurso para ganar el premio. Este consistía en una cena para la Nochebuena, para el ganador y los miembros de su familia, en un restaurante de la ciudad. Ismael había oído decir a su mamá:

— Ojalá nos tocara un cena de esas, un año. Al menos podríamos cenar una nochebuena como una familia normal.

Aquel comentario se le quedó al niño grabado en la memoria. No sabía a qué se refería su mamá con eso de cenar como una familia normal ¿Acaso no eran normales ellos? Su papá no trabajaba, le habían despedido cuando la crisis empezó hace seis años. Desde entonces, no había vuelto a encontrar trabajo. Su mamá hacía horas limpiando escaleras y casas, cuando podía, que no eran todos los días. Su hermano Juan era mayor que él dos años. Tenía once y aunque no era buen estudiante, aprobaba todo hasta el momento con bajas notas, pero lo suficientes para no tener que repetir y que no le quitaran la beca de los libros. Su mamá se encargaba de repetírselo a los dos, siempre

  • Hijos tenéis que aplicaros y estudiar, porque si suspendéis nos quitarán la beca para libros, y no tenemos dinero para comprarlos. Juan, por favor, hijo, estudia un poquito más.
  • ¡Jo! Mamá, siempre me lo dices a mí, a Isma nunca —le decía su hermano a su madre.
  • Porque tu hermano saca mejores notas que tú, no necesito recordárselo cada trimestre como a ti; entre otras cosas porque está delante y me oye como me oyes tú, pero tú no me haces caso —decía siempre su madre.

Aquel año Ismael tenía claro que su meta era el concurso de villancicos. Se había estado preparando desde hacía dos años. A escondidas, en su cuarto, dibujaba una y otra vez intentando aprender a hacer trazos limpios, a colorear de forma que no se notaran los cambios en la dirección de los colores, a difuminar para hacer las sombras más reales, los colores más vivos, más naturales. Estaba deseando que pusieran las bases y la temática del concurso para empezar a hacer su cartel. No había dicho nada en casa, era una sorpresa. ¡Su sorpresa! Si ganaba, para toda la familia.

También para evitar que su hermano se riera de él si no lo hacía; había niños con mucho talento en el colegio. Niños que sus papás podían permitirse el llevarles a clases de dibujo y pintura. Pero él no tenía más profesor que su empeño y más técnica que su confianza.

El día 2 de diciembre pasaron una circular por todas las clases. En ella se comunicaba que quedaba abierto el plazo para presentar los trabajos para el concurso de villancicos 2017, con las bases para presentar los trabajos.

La temática será totalmente libre, pero tendrá que tener relación con la Navidad y los villancicos. Deberán presentar los trabajos antes del 18 de diciembre a las 12,00 horas y el ganador será dado a conocer el 20. Los trabajos realizados se deberán realizar en A3 a tamaño completo y con el texto Certamen de Villancicos 2017. Organiza el AMPA del Colegio Miguel de Unamuno. Luego seguían la forma de entrega y bla, bla, bla… Eso lo leería más despacio cuando tuviera su cartel preparado.

Ismael cogió la circular y la guardó como un tesoro dentro de uno sus libros. Estaba deseando llegar a casa y ponerse a dibujar su cartel para presentarlo lo antes posible; le preocupaba no llegar a tiempo. Después de dos años preparándose era su momento y quería no fallarse a sí mismo y mucho menos a su familia, aunque ellos no lo supieran.

Entró rápidamente saludando a sus padres.

— ¡Hola mamá, hola papá! Me voy a mi cuarto que tengo que hacer los deberes.

— Ismael, hijo, ¿no vas a merendar nada antes? —le dijo su madre.

— No, mamá. No tengo hambre ahora —le contesto Ismael, al paso.

— ¡Hola hijo! _le dijo su padre. ¿Dónde vas tan rápido? —le preguntó al verlo pasar sin entrar  ni siquiera  en el salón.

—Me voy a mi cuarto ha hacer los deberes del cole. —le dijo el niño.

Los padres se miraron. Isabel, que así se llamaba la madre, sonrió a Pedro, su marido. Este movió la cabeza de un lado a otro.

Ismael se sentó en su mesa donde hacía sus trabajos y sacó un libro de dibujo que tenía para ciertos dibujos especiales; se lo pidió a los Reyes Magos el año anterior y lo trataba con mucho mimo. Sabía que este día llegaría y una de las hojas eran para ello.

Era un bloc de papel canson A3. Sus hojas eran de un blanco impoluto y ahora se iban a ver coloreadas por los lápices de colores del niño. Con un portaminas de dibujo muy fino comenzó su sueño.

Estuvo trabajando con ahínco durante cuatro días. Solo paraba para comer cuando su madre lo llamaba a voces, y hasta que no la notaba que se estaba enfadando. Lo dejaba solo para dormir y para ir al colegio.

Sus amigos iban a llamarle para que saliera a jugar, pero él les decía que hoy no podía, que tenía tareas; cosa que les extrañaba pues estaban en la misma clase y sabían que no había tareas para casa o que las había hecho en el cole.

A él le daba igual lo que pensaran sus amigos, ya casi lo tenía listo. Ahora era el momento de leer de nuevo la circular donde ponían las bases para la entrega del cartel.

Releyó el folio una y otra vez hasta que se le quedó grabado todo lo que allí se decía.

A la mañana siguiente, al ir a clases, pasó por un estanco y compró con dinero que había sacado de su hucha sin que se enteraran en casa, dos sobres. Uno tamaño A3 para el cartel, y otro normal, donde iría un papel con su nombre y apellidos, la clase en la que estudiaba y el nombre del cartel. Los guardó en su cartera y se fue al colegio contento, porque sabía que ya lo podía entregar dentro del plazo. Lo había terminado mucho antes de lo que pensaba, porque le había puesto mucho empeño y había trabajado duro para ello. Se sentía orgulloso de si mismo.

Cuando llegó a secretaría al día siguiente con su cartel en su sobre y el otro pequeño dentro con los datos, estaba que no cabía dentro de si.  La secretaria lo saludó por su nombre.

  • ¡Hola Ismael!
  • ¡Hola señora! —le contestó muy educadamente. Vengo a entregar este sobre para el cartel de los villancicos, le dijo algo nervioso
  • ¡Ah, muy bien! ¿Y lo has hecho tú? —le preguntó ella, a la vez que le cogía el sobre.
  • Sí, señora —le dijo sonriendo.
  • Me alegro mucho —contestó, mientras sacaba un papel donde ya había unos cuantos nombres. Te apunto como que me lo has entregado, y ahora a esperar al día 20 que salga el ganador —le dijo la secretaria.

— Sí, señora, lo sé; lo he leído en las bases —le contestó el niño.

— Bueno, pues ya está —dijo ella. ¡Que tengas suerte Ismael!

— Muchas gracias, señora —contestó Isma. ¡Adiós señora!

— ¡Adiós Ismael! —le respondió la secretaria con una sonrisa en la cara.

Faltaban unos cuantos días. Mientras, el niño siguió como si no pasara nada, aunque estaba más nervioso que un flan, pero no quería decir nada a sus padres. Aunque su madre que lo conocía demasiado bien (porque era su madre) se lo notó y una noche cenando le preguntó.

— Ismael, hijo, ¿Te pasa algo? Te noto muy nervioso.

— No, mamá. Es que tengo ganas de que llegue el día 22. Es la fiesta del cole y cantamos los villancicos —contestó el niño con evasiva. ¿Vais a venir? Este año canto yo.

—Claro que sí, hijo. Si no trabajo, vamos todos —contestó la madre mirando a Pedro, su marido.

— Yo no voy  _dijo su hermano Juan.

— Tú harás lo que nosotros digamos —le reprendió la madre. Y si decimos que vienes, vienes sin rechistar.

— Jooo, mamá.

— A callar. Se acabó lo que se daba —dijo su madre mirándole muy seria.

Cuando Isabel se ponía así era mejor callarse. Ni Pedro se atrevía a rechistar.

Llegó el día 20 y salió el ganador del cartel de los villancicos, aunque por algún motivo que nadie sabía no ponían el nombre del mismo en ningún sitio, ¡algo de lo más raro!

El 22 de diciembre a las 10 de la mañana el salón de actos del colegio se encontraba engalanado como todos los años para las navidades con su árbol de Navidad, su portal de Belén. Y, ¡cómo no! , a rebosar de padres, madres, abuelas/os y familiares de los niños que cantaban en el certamen de villancicos; también estaban invitados los coros de los demás colegios de la ciudad.

Fue todo un espectáculo digno de ver. Las madres llorando, los padres henchidos de orgullo, las abuelas moqueando. Todo al ver a sus niños cantando encima de un escenario.

Al acabar los villancicos el director del colegio se plantó encima del escenario con un micrófono en la mano y  se dirigió a todos los asistentes.

—Atención por favor —llamó la atención del público en general. Por favor, silencio.

Cuando ya consiguió que todo el mundo se callara y le atendiera, empezó a hablar.

— Bueno, señoras, señores, niños —comenzó. Ahora llega el momento que muchos de ustedes estaban esperando. Como saben todos los años, el día de hoy hacemos entrega del premio al mejor cartel de villancicos. El premio, como cada año y gracias al gerente del restaurante El Cenador; es una cena para todos los miembros de la unidad familiar. Pero este año como habrán visto en la lista de los carteles presentados no viene el nombre del ganador, no vayan a creer que no hay ganador, lo hay, y está hoy aquí entre nosotros. A petición suya no ha querido que se supiera hasta hoy su nombre, para darle un sorpresa a su familia.

¡El ganador con el cartel denominado Cantando bajo el árbol es…….. Ismael Gutiérrez Fernández!

Concurso-de-cuento.W.jpg

 

Los padres se miraron entre si, sin dar crédito a lo que habían oído. Fueron corriendo hasta donde estaba Ismael y lo abrazaron, lo besaron, lo estrujaron, mientras lloraban y reían a la vez.

El niño solo supo decir:

— Este año podremos cenar como una familia normal.

La madre recordó  que esas palabras habían salido de su boca y solo pudo abrazar a su hijo y decirle: ¡Te quiero hijo!

Fin.

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11 comentarios en “Confianza y orgullo”

  1. ¡Uy, qué atrasada voy con las lecturas, Antonio! Es linda la Navidad, pero ¡diablos, cuánto trabajo da!
    ¡Felicitaciones amigo por tan merecido premio! El cuento rescata valores y brilla lo verdaderamente importante de la Navidad. Creo que te lo he dicho, ¡me gustan mucho tus relatos! ¡Se te dan muy bien!
    Nada de agradecimientos, Antonio. Si podemos darnos pequeñas manitos de ayuda, ¿por qué no? Cuenta conmigo cuando lo necesites.
    ¡Felicidades! ¡Un enorme y afectuoso abrazo!

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