A petición de Francisco del blog Torpe y Vago. He creado este micro relato basado en la fotografía que subí hace unos pocos días.
Lleva allí años, tantos como 45. Desde 1973. No, no es que lo diga yo, me lo contó él, con los ojos desorbitados. Viendo el ir y venir de unos y otros, sin nada que hacer. Dice que le encomendaron la tarea de vigilar y no dejar pasar a nadie sin que el antes diera el aviso.
Pero ya nadie le pide permiso, entran y salen sin tenerle en cuenta, por eso tiene esa cara de amargado, se le salen los ojos de las orbitas, viendo como pasan por su lado, sin ni siquiera mirar y mucho menos pedir su permiso para entrar.
Hay días que le dan ganas de dar un portazo y largarse de allí, pero entonces recuerda quien es y por que esta allí, mira a su hermano que esta frente a él.
Y se dicen a viva voz que deben esperar la llamada, de aquel que un día les dijo que habría de volver.
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Es lo que tiene ser un adorno.
Besetes, Antonio.
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Hoyes un adorno, pero hubo una época que su misión era importante, 😉
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Jejeje, pues si! Más besetes
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¡Lo sabía! Ahí había enjundia, ese algo para que tú le sacases punta.
Estupendo relato, don Antonio.
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No se que has dicho, pero ha sonado bien. 😉 Lo de don sobra. Ya sabes lo que dicen, Don, sin din, cojones en latín. 😉
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¡Pobre incrédulo! seguro que ése que iba a volver se fue a por tabaco…
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Seguro que si. Ya la palabra de la gente no es lo de antes. Jajaja.
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