Día 18.
Recuerdos sobre cuando era niño
Después de lo años que han pasado desde que deje de ser niño, no es fácil hacer memoria para recordar según que cosas y otras es preferible dejarlas ahí, en ese cajoncito cerrado con llave de nuestra memoria donde guardamos esos secretillos que no deben ver la luz, bien porque no queremos recordarlos, bien porque no debemos hacerlos ver la luz, por pertenecer a una época que quizás nunca debiera haber llegado.
No es que mis secretos sean inconfesables y sí así fueran, ya habrían prescrito. Nunca fui un niño tranquilo, tampoco lo soy ahora siendo un hombre, si que es cierto que soy una persona paciente, pero no tranquila ¿Como se come eso? Tengo mucha inquietudes, pero tengo la virtud de saber esperar su momento, de niño era más impulsivo, pero alguien que me cogió bajo su tutela, no es que me adoptaran, o mis padres renunciaran a mi, (podrían haberlo hecho, motivos tuvieron de sobra). Me refiero a que un tío mío al que jamás podré olvidar y lleva ya cuarenta enterrado, fue la persona con la que había un lazo de unión muy especial y fue él el que me acogió como al hijo que nunca tuvo y me inculco ciertos valores que a día de hoy sigue siendo un dogma en mi vida.
Al fallecer mi tío, fue mi abuelo materno el que sin pretenderlo, ni él, ni yo cogió el testigo de mi difunto tío y siguió educándome a su manera. Mi abuelo era un hombre de campo, llegado a la ciudad, así que creamos una pequeña sociedad entre ambos, yo le ayudaba a moverse por la urbe y el me enseñaba los entresijos de la vida, esos que no vienen en los libros de texto, los que para aprenderlos tienes que moverte entre tratantes de los barrios bajos (ya me entendéis) No es que yo viviera en un barrio alto, pero era un barrio de clase obrera.
Antes podrían catalogarse como Clases altas, medias, obrera y baja. Ahora altas y bajas, las clases medias han desaparecido por completo, solo que dentro de las bajas se dividen en dos, los que apenas llegan a final de mes y los que están en riesgo de excusión.
La vida ha cambiado tanto que no la reconozco. Cuando yo niño vivíamos con lo justo, para comer, vestir (más veces de repaso de los mayores, que de estreno). Calzado cuando te ponías los zapatos medias dos centímetros menos que cuando dejabas de ponértelos, pero no porque crecieras a lo alto, sino de la cola que llevaban los pobres de tanto zapatero remendón. Ahora es más caro llevarlos al zapatero que uno nuevos, Y si no puedes permitirte unos nuevos, menos llevarlos ha arreglar.
Pero éramos niños felices, teníamos poco, pero menos necesitábamos, no había peleas por las consolas, los móviles, los ipod, mp3, ni 4, ni 5. Si algún amigo tenía un casette lo ponía en el balcón y escuchábamos música todo el barrio (Y no, el grupo musical). Si no todos los vecinos.
Podíamos jugar en medio de la calle, porque no había la cantidad de vehículos que hay hoy día, (antes no todas las casas tenían coche, no como ahora que en algunas casas hay uno por miembro mayor de edad). Se jugaba a la pelota, a juegos que hoy día casi han desaparecido, como el palitroque, rodar la botella, la rayuela y una variedad de la rayuela, pero que en vez de jugar en cemento, arrastrando una piedra, lo que se hacía jugar en tierra y se utilizaba era un hinque, o sea una barra de hierro con punta, destornillador o palos afilados (si el terreno estaba muy blando) Mas de un hinque acabo clavado en los pies de los jugadores. También jugábamos a la rana o a los bolos. El que tenía una bicicleta era rico, la primera que tuve, mejor dicho tuvimos, porque era para todos mis hermanos, aunque al ser dos chicos y dos chicas, tres chicas años mas tarde. Esto me recuerda que la televisión que teníamos (era de marca alemana que se trajeron mis padres de allí cuando emigraron para trabajar). A lo que iba la televisión funcionaba con unas lámparas que se fundían de cuando en cuando. Creo que en uno de esos fundidos de lámpara, se le encendió la bombilla a unos de mis padres he hicieron que mi hermana llegara de rebote.
A lo que iba con lo de la bicicleta, la primera que tuvimos fue una de carreras, no se de donde la saco mi padre, alguien se la regalo, aquel hierro pesaba más que yo y tenía casi mi altura, cuando me montaba en ella, tenía que tumbarla casi, para poder pasar la pierna y poner el pie en el pedal, las frenadas y bajadas de aquel armatoste fue mucho peor ¡Tanto! Que el médico me dio dos opciones o esperaba a crecer un poco más, hasta llegar bien a los pedales y a no darme en mis partes bajas en la barra o que me despidiera el tener descendencia algún día.
Como ya he dicho en muchas ocasiones, tengo dos hijos, pero no llegue a dejar la bici, ni mis partes en la barra.
Los niños crecen y van cambiando con los tiempos, prueban cosas, algunas que si no existieran sería mejor para todos, ahora me doy cuenta (Ahora mismo no, sino cuando empiezas a tener conocimiento para algo más que para cruzar la calle, sin que te pille un coche) Que por cierto, me pillaron dos uno me dio un golpe en la cabeza, menos mal que en aquella época, no tenia conocimiento, sino me lo hubiera quitado del golpe, el segundo fue peor, me tuvo varios días en la cama postrado, pero la cabeza tampoco sufrió mucho daño, era obvio del porque. Empecé a tener algo de conocimiento después de los diecisiete años o sea, cuando me fui a la mili.
La frase clásica de los sargentos era. Señores aquí los huevos se quedan en la verja a la entrada y se recogen al salir.
Yo no le dije que me los deje en la barra de la bicicleta de niño, no fuera a ser que me cogiera manía.
1036 palabras
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