
Con el corazón henchido
de colores, a veces,
otras, acorchado por la pena
que me embarga
al no poder estar cerca de ti,
al sentir que de mi
te alejas poco a poco,
como una borrasca
a través del mar,
que va dejando cortinas de agua,
que se van disipando en el horizonte,
hasta no ser más,
que una parte de las olas
que se van sin mirar atrás.

Con el corazón descorchado
como un vino añejo que enmohece
en el fondo de la bodega,
que al abrirse necesita del aire
para tomar aliento,
para recuperar un poco de oxígeno
y volver a ser un caldo lleno de sabor,
de aroma,
aunque turbio en el fondo
con los posos pegados
en el fondo de su ser,
sin dejar de ver a través
del grueso cristal
la vida llena del color,
de aquel que le hace latir,
vibrar de nuevo a la vida
y supurar,
o suspirar,
por volver a ser quien
te llene de sabor
y color la vida,
tú vida,
la de dos.
