—¿Pues? Como no me des más pista no sé quién eres.
—Soy la que suspira por ti, la que respira a través de ti.
—Lo siento pero sigo sin saber quién puedes ser.
—Soy la que se aferra a ti y aún así me desprecias.
—¡Oh! Lo siento.
—Soy la que respira a través de los poros de tu piel,
la que sufre en sus carnes el desprecio de tu ser, la que a pesar de ser invisible a tus ojos no verías un nuevo amanecer sin mi. Soy la que nació para acompañarte en tu caminar, y sin embargo me desprecias cada día como si fuera un mal que debes erradicar,
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Desenlace…
Debería dejar de trabajar con él o con la editorial, pero no puedo perder la única fuente de ingresos que tengo, si los abandono, pierdo los derechos de mis libros y necesito ese dinero, claro que por otro lado también puedo… Es una locura y me arriesgo mucho con solo pensarlo, pero soy escritor y muy bueno por lo que dicen las críticas, ¿Así que porque no? Como dijo alguien, la vida es un riesgo que hay que aprender a vivir.
Cuando Tom salió del restaurante su cara era otra, un rictus de determinación cruzaba su rostro, parecía como si la cena le hubiera cambiado por completo haciéndole un hombre nuevo. Volvió a casa y se sirvió un whisky con hielo y se sentó a escribir, las palabras surgían de su mente a través de sus dedos como corrientes eléctricas, termino otros dos capítulos y los releyó tranquilamente, vio que lo que había escrito era un plan fantástico para llevar a cabo y satisfecho con ello se acostó cerca ya del amanecer.
Se levanto a media mañana, estaba satisfecho de la decisión que había tomado, así que después de asearse y tomar un café como cada día cogió el coche y condujo más de doscientos kilómetros hasta otra ciudad donde comprar lo que necesitaba para urgir su plan. Llego cerca de la tres de la tarde, así que le tocaba esperar a que las tiendas abrieran por lo que decidió comer en un bar en el que el menú que tenía en la puerta le llamo la atención, comió tranquilo, dándole vueltas una y otra vez a su plan, no quería que nada saliera mal.
Cuando termino de comer pagó la cuenta y salió de aquel bar hacia una tienda de caza y pesca por la cual había pasado al llegar, todavía se encontraba cerrada por lo que se dio una vuelta mirando escaparates, encontró un supermercado abierto y entró a comprar algo de comida y algunas cosas que iba recordando le hacían falta en la despensa, café, agua, algún dulce, algo de carne y unas latas de conservas, lo llevo todo al coche y volvió a la tienda de caza y pesca que ya debería haber abierto, así fue, entro y estuvo mirando, se le acerco el dependiente y entablaron un pequeña conversación mientras el empleado le fue sacando los artículos que más se adecuaban a sus necesidades, salió satisfecho de la compra que había realizado y así poder llevar a cabo sus planes.
Tomo rumbo de nuevo a casa y como se encontraba algo cansado se tumbo en el sofá a ver un rato la televisión, al cabo de unos minutos se quedó dormido. Se despertó a las dos de la madrugada, se levantó y se preparo un café, —algo quizás raro en una persona normal, pero en un escritor no es nada raro, ellos no tienen horario, éste se lo marcan las letras, la mente y las ideas, las ganas de plasmar esos pensamientos del poeta, la trama de la historia del novelista. Son horarios raros para las personas normales, son horarios simplemente para los artistas—. Después del café se sentó a escribir, tenía las ideas claras, sabía lo que debía hacer y lo haría, ahora se centro en su novela y empezó a teclear.
Al venir el día llamó a la editorial sabía que a esas horas ya encontraría allí a Leo, eran las siete y media, haría media hora que habría llegado a su oficina, es lo que tiene ser un animal de costumbre, enseguida te siguen el rastro.
—Hola Tom, ¿Me llamas para decirme que ya tienes acabada la novela? —le dijo Leo sin más preámbulos.
—No Leo, aún no la tengo acabada, pero ya me falta poco.
—¿Entonces?
—Te llamó para invitarte a comer hoy y así podemos hablar sobre la novela, tengo unas cosas que comentarte sobre el tema.
—¡A comer! ¿Tú y yo? Bueno vale, ¿Dónde quedamos?
—En mi casa, así no tendremos interrupciones y hablaremos más tranquilos.
—Bien, como quieras, ¿A las tres esta bien?
—Si, es una buena hora. Nos vemos a las tres entonces. Hasta luego Leo.
Colgó y salió al jardín a fumarse un cigarro, no era algo que hiciera a menudo pero cuando se sentía tenso le apetecía fumar, sabía que no le relajaba, pero le hacía sentir mejor aunque fuera mentalmente.
Dispuso todo lo necesario para un almuerzo con Leo lo tenía todo planeado minuciosamente, nada podía salir mal, se jugaba mucho con aquella jugada valga la redundancia, preparo la mesa y puso una botella de vino a refrescar para que tuviera la temperatura adecuada para sacarle todo su boque, la empresa de comidas llego a la hora convenida con todo lo pedido para aquella comida, el camarero del catering preparo los platos y abrió el vino para que se fuera oxigenando. Leo llego puntual, se estrecharon la mano y Tom le invito a entrar, el camarero los sirvió una copa de vino y se sentaron en el sofá donde hablaron de cosas intrascendentes antes de sentarse a comer. Cuando el camarero les indico que todo estaba listo se sentaron a la mesa y empezaron a comer, comenzaron con unos entrantes, endivias con anchoas y salsa agridulce, unos canapés de salmón y un salteado de setas de temporada como primer plato, medallones de solomillo de ternera en salsa de vino al oporto acompañados con una guarnición de verduras a la brasa, todo ello regado con vino blanco los entrantes y el primer plato y vino tinto el segundo con un brownie de chocolate de postre y para culminar con una digestiva copa de licor de naranja y un café expreso.
Habiendo terminado la comida, Leo, se deshacía en elogios hacía su anfitrión, hacía mucho que no comía de una forma tan frugal y tan agradable como ese día, estaban hablando del libro y de sus avances cuando Leo empezó a sentirse acalorado, al principio pensó que sería la comida que empezaba a cocer en su estomago y hacía que las calorías se le subieran por el cuerpo, pero enseguida se puso rojo y unas erupciones comenzaron a salirle por el cuerpo, Tom aviso al camarero para que le ayudara a llevarlo a la cama mientras llegaba la ambulancia que había sido avisada por Tom. Cuando llegaron los facultativos y vieron el estado del editor lo montaron en una camilla y lo trasladaron de forma urgente al hospital. Aunque no consiguió llegar al centro, de camino sufrió un paro cardiaco a consecuencia de un shock anafiláctico por el consumo de almendras. Leo era muy alérgico a los frutos secos, algo que muy pocos sabían debido al carácter que tenía, era introvertido de pocos amigos por lo que solo unos cuantos sabían de su alergia así como de cualquier otro asunto de índole personal.
Tom quedo exonerado del fallecimiento de su editor ya que todos los indicios llevaban a pensar que había sido un desgraciado accidente provocado por la falta de información por parte del anfitrión de la sobremesa, al menos fue lo que declaro la policía en su informe que trasmitió al juzgado.
Todo lleva a pensar que fue un accidente ¿O no? Quien sabe lo que pudo pasar y de hecho pasó, como de una conversación intrascendente entre dos compañeros de trabajo de la editorial, una noche de fiesta, pasados de copas, podía dar con la llave para abrir una puerta cerrada a cal y canto.
Tom asistió al entierro de su editor aunque no derramó una lágrima, su cara era un cuadro del que no se sabía lo que quería significar, ¿Dolor?¿Pena?¿Resignación?¿O regocijo? Todo en uno o uno en todos.
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Cuando llegó el forense se encontró con el cuadro, no entendía como podían haber cometido aquella atrocidad. El cuerpo de aquel hombre, o lo que quedaba de él, parecía sacado de una película de Hitchcock, echo un vistazo por encima y vio que le faltaba el dedo meñique de la mano derecha, no se veía por ningún lado a pesar de que el cuchillo con el que se lo habían amputado estaba encima de la mesa con restos de sangre. El resto del cuerpo tenía múltiples puñaladas, se habían ensañado con él como si su asesino tuviera algo personal en su contra.
El teléfono sonó de repente y sobresalto a Tom, siempre se concentraba cuando escribía que se desconectaba del mundo y se embutía en las historias hasta confundirlas con la realidad. Cogió el móvil sin mirar la pantalla.
—¿Sí? —Pregunto.
—Tom, soy Leo, ¿Como va el trabajo? Se nos echa el tiempo encima y tenemos que publicarlo ya mismo.
—Hasta que ha sonado el teléfono iba bien, pero como siempre tienes que ser tan oportuno, ya sé que tengo que acabar la novela, me lo recuerdas todos los días y me tienes un poco cansado con tanto agobio, si no me dejas trabajar difícilmente podré acabar a tiempo —le contestó Tom malhumorado.
—Vale capto la indirecta, te dejo tranquilo para que sigas trabajando.
—Gracias Leo, ahora que ya me has distraído y he perdido el ritmo, no vuelvas a llamarme, cuando lo tenga listo te lo diré. —le dijo Tom colgando.
Tom se levanto de la silla cansado, llevaba con aquella historia más tiempo de lo que hubiera creído y aquello le sacaba de sus casillas, máxime cuando tenia a Leo su editor detrás suyo metiéndole prisa para que le entregara el borrador de aquella segunda parte de la novela; Se fue a la cocina a prepararse una taza de café y salir fuera al jardín a tomárselo, le vendría bien aquel internodo para reflexionar sobre lo escrito y como podía continuar la trama que hasta aquel momento parecía ir sobre ruedas hasta que Leo —cabeceó de un lado a otro tratando de apartar aquél pensamiento que empezaba a frustrarle—. Salió y pareció que ver el sol y las plantas del jardín sosegaba un poco su mente. Se sentó en el sillón del jardín, cerró los ojos y se dejo llevar, escuchaba el viento, el canto de los pájaros, parecía que el sueño iba a hacer mella, cuando la voz de Leo volvió a golpearle bruscamente en la mente. —Vamos Tom deja de dormir y ponte a escribir, tenemos que prepararlo todo para la presentación y no puedes permitirte el lujo de dormir ahora, venga muévete—.
Se levanto del sillón, entró de nuevo en casa, pero sabía que no podía ponerse delante de la pantalla del procesador de textos porque no estaba de ánimos así que decidió darse una ducha y salir a comer algo, se acordó de aquel restaurante donde estuvo hacía unas semanas que preparaban unas tapas exquisitas y que le habían tratado muy bien, así que sin pensarlo mucho se metió en la ducha, luego se vistió y cogió el coche para ir al centro, aparcó en el parking del centro comercial y empezó a caminar por las calles de la ciudad, que dadas las fechas que eran, estaban llenas de gente haciendo las compras para las navidades que estaban ya cerca. Él no necesitaba hacer grandes compras, estaba solo como todos los años desde que se divorció de su mujer hacía ya seis años, desde entonces no precisaba hacer grandes desembolsos en estas fechas, eran unos días más del calendario que tachar. Los primeros años le invitaron a pasar las fiestas, primero en casa de su hermano un año, al siguiente en casa de su hijo y su nuera, pero ellos eran jóvenes y no quiso volver para no destrozarles los planes que preparaban con sus amigos, así que desde entonces declinaba toda invitación y las pasaba en casa solo como cada día, un año probo a ir a una cena de navidad para singles, pero aquello no cuajo, los que iban no querían nada más que encontrar una pareja para darse un revolcón esa noche y si había posibilidades alguna noche más, pero el no quería eso, no lo necesitaba, solo quería pasar una noche en compañía de gente, hablar, tomar unos tragos y disfrutar del momento.
Casi cuatro años hacía desde que publico su primera novela de misterio, le sorprendió la acogida que tuvo. El misterio de la puerta gris, era el título de aquella novela que todavía no recuerda bien cómo y porqué le puso aquel título ya que poco tenía que ver con la trama, pero por avatares de la vida fue un éxito de ventas y una editorial se pudo en contacto con él, quería publicar la novela a nivel nacional e incluso traducirla al Ingles, aquello le cogió por sorpresa y después de pensarlo firmó un contrato con la editorial, fue cuando llegó a su vida la presión, las prisas y Leo, su editor que era como una avispa en los «webos», todo el día presionando para que escribiera una y otra y otra novela, como si aquello fueran coches que se hacen en serie, en una línea de montaje, trató de anular el contrato con la editorial, pero como en todo contrato, jamás se lee la letra pequeña y si lo incumplía tenía que pagar una fortuna de indemnización aparte de que perdía los derechos sobre las novelas publicadas con la editorial. A veces lo pensaba, no estaba tan mal trabajar con una editorial de no ser Leo… Había hablado con la dirección de la misma, había pedido a otro editor que le supervisara y le dirigiera en el trabajo, si, la gente se cree que un editor solo está para publicar los proyectos de los escritores, ojala, su función es más enrevesada que eso es …¡Umm! Digamos, el malo de la película dentro de mundo de la edición, están los diseñadores de portadas, los correctores, etc y por encima de todos los que meten prisa con las publicaciones, los que meten el tijeretazo a los borradores, —esto no llama, esto no pega, aquí deberíamos poner este capítulo, éste muerto no debe de morir aún— con ellos siempre hay pegas y contras, nunca pros. Y luego esta Leo, Leo es la almorrana de los escritores, dolorosa, sangrante y maloliente, algo así como una fístula con patas y poco cerebro.
Así que ¿Porqué no?¿Qué podía perder el mundo con un editor menos? Nada, esa es la única y mejor respuesta, a tan lógicas preguntas, ¡Nada! Sí, nada, un hombre sin más familia que su gato, sin más afición que su trabajo, sin más amigos que él mismo. Todo dicho por él. Algo que me confesó cuando nos conocimos y pensé que era normal, un hombre agobiado por su trabajo, pero no, vive y respira para su trabajo, jodernos y hacernos la vida imposible a los demás por una edición más, por una publicación más de éxito.
Estos, pensamientos me están volviendo loco, así que cabeceo, miro a ambos lados para ver si alguien me mira con cara de … Este es otro majara de este mundo, al ver que nadie me mira, entro en el bar a cenar y comer algunos de los pinchos que me gustaron tiempo atrás u otros nuevos, porqué no probar cosas nuevas.
Debo poner remedio ¿o tal vez fin? No lo sé quizás sea todo fuente de mi imaginación y de la presión a la que me veo sometido ¿O no? Muchas dudas y pocas respuestas o soluciones.
Esta ilustre lista de escritores invitados me sustituye. Buenas vacaciones a todos! 02: Antonio Caro Escobar 2 Agosto 03: Verónica Boletta 3 Agosto 04: Pedro J. Guirao 4 Agosto 05: Melba Gómez 5 Agosto 06: Diana González 6 Agosto 07 Felicitas Rebaque 7 Agosto 07: Marisa Doménech 8 Agosto 10: Elloboestaaqui Rafael Lopez 10 Agosto 11: Felix Molina 11 Agosto 12: Ricardo R. Martí 12 Agosto 13: Marie Estelle Picouto 14 Agosto 14: JJ Zaratruciano 15 Agosto 15: Jorge Aldegunde 16 Agosto 16: Lucas Corso 17 Agosto 17: Carlos Usín 18 Agosto 18: Claudio Nigro 19 Agosto 19: Diego Sergio Miranda 20 Agosto 20: María José Moreno 21 Agosto 21: Romanticismo Rafael R. Costa 22 Agosto 22: Una Fingal 23 Agosto 23: Victor Chamizo 23 Agosto 23: Arturo NG 24 Agosto 24 F J Martín 25 Agosto 25 Awilda Castillo 26 Agosto 26 Victoria de la Fuente 27 Agosto 27 Francisco Peregrina 28 Agosto 28 Paloma Grandon 29 Agosto 29 Jean Carles Cacay 30 Agosto 30 31 Agosto j re crivello ¡De regreso!
Muerte, resurrección y Vida
Cuelgan por el cuello como salteadores de caminos apresados, juzgados y condenados a la horca, esperando el momento de ser pisoteados con mucho ahínco, una vez maduren al sol. Su jugo será el saciador de gaznates resecos, obnubilador de mentes alocadas.
Sabor seco, dulce o agrio, deja tras de si el jugo de vida que se alimenta de la tierra, del sol y las nubes. Racimos de esperanza, anhelando el momento de que lleguen a nuestra mesa, notan pasar el tiempo en ataúdes de madera que conseguirán que su cuerpo coja vigor, se asiente su madurez y la acidez de la juventud se pierda entre la oscuridad y el silencio frío de la piedra, dando cuerpo y vida a una muerte anunciada entre colgajos secados al sol, por pasividad de la inanición.
Por las grietas de la madera manará el jugo, convertido en sangre y vida.
Se hallaba Satanás reunido con siete de sus demonios, los llamados príncipes del infierno; harto de ir perdiendo posiciones en su guerra contra el bien.
Decidió, que debían hacer algo para que la balanza se equilibrara un poco a su favor, para ello reunió a los siete, y ver si entre todos trazaban un plan que les llevara a un factor favorable.
Desde su trono de fuego habló y retumbo la caverna con su atronadora voz.
—Sois los siete demonios más malévolos del infierno, pero no veo que vuestras maldades nos hagan ganar terreno, al revés cada vez hay más almas buenas que se nos escapan y suben al cielo, esto ha de acabar, cada vez hay menos que creen en mi y mi poder. Ya no ha ritos como antes, ni brujas de gran poder, los aquelarres están en desuso y las iglesias.
—Perdona que te interrumpa, mi maléfico señor. —le dijo Astaroth uno de los más influyentes de los siete. Las iglesias están prácticamente vacías, nadie se santigua como lo hacían antes, y si muchos van al cielo, no es por beatitud o bondad, es porque tu hermano ha decidido llevárselos antes que dejar que vengan aquí, les perdona sus pecados sin más.
—Aún así, para que os tengo a todos
vosotros, sino para que compréis las almas de esos pecadores y no permitir que
vayan al otro lado.
—Tienes razón mi malignicencía, pero qué
podemos hacer, las guerras no son suficiente, que es lo que nos queda, porque
ahora las catástrofes que causamos, terremotos, tsunamis, erupciones, tifones o
huracanes; resultan ser designios del otro. Es vergonzoso cuando les oyes decir
cada vez que ocasionamos alguna catástrofe la eterna perorata, Dios nos ha
castigado o así lo ha querido el Señor.
Así no hay quien se atribuya nada, si
encima luego les perdonan los pecados no nos da opción a comprar alma alguna,
la cosas ya no son como antes…
—No quiero más excusas absurdas, me
tenéis ardiendo con tanto tontería —le corto Satán echando humo por todos los
poros de su no cuerpo.
Azazel, el demonio más promiscuo del
infierno, pidió permiso para tomar vela en el entierro, o mejor dicho la
palabra en la discusión.
—Desde hace tiempo, años atrás las mujeres
y los hombres, claro esta, eran fáciles de atraer, de que se engañaran unos a
otros, vamos que fueran infieles, de eso me encargaba yo —dijo Azazel. Pero
ahora corren tiempos difíciles, ya no se engañan entre ellos, al revés se unen
para hacer unas bacanales que ni los antiguos romanos serían capaces de crear.
—¿Y que propones tú Azazel? Antes eras
el que más alma atraías junto Balaam, que sabía sacar lo peor de ellos, la
avaricia y la codicia del ser humano —le pregunto Satán.
—Pues si he de serte sincero mi Señor
—empezó a decir Azazel.
—Jamás —le corto bruscamente Satanás
miente, nunca seas sincero, ni a mí siquiera. ¿Qué clase de demonio eres tú?
El demonio agacho las orejas y metió el
rabo entre sus piernas.
Belcebú se adelanto mientras espantaba
con la cola las moscas que pululaban siempre a su alrededor.
—Mi amado Señor mis hermanos tienen
razón, todo va en decadencia —dijo. Antaño los Sabbaths, se realizaban con gran devoción hacía mi persona, pero ahora… Ahora lo
máximo que conseguimos que algún loco, ciego de pastillas se cage en nosotros,
me atronan los oídos de escuchar esa retahíla “Me cago en mis demonios” Cuando
antes se no veneraba y se nos temía.
—Tiene razón Belcebú, a mi me pasa lo
mismo —dijo Astaroth.
Y a mi, a mi también, se escuchaba en
toda la caverna.
—¡Silencio! —grito Satán. Ya esta bien
de lamentaciones, parecéis ángeles celestiales. A ver que es lo que más gusta
hoy día a los hombres y mujeres.
Mammón le contesto.
—Los gustos no han cambiado prácticamente,
mi señor.
—¿Entonces, qué demonios esta pasando?
—pregunto enojado Satanás. Darme respuestas, no problemas, para que demonios os
tengo, sino para que traigáis almas.
—Veras mi endemoniado Señor del averno
—empezó a decir Mammón al tembloroso.
—Déjate de zalamerías ni estupideces y
contesta a mi pregunta mamón —le dijo Luzbel alzando su tridente hacía su
condescendiente demonio.
—No te enojes conmigo, mi Señor —dijo
acojonado, perdón, acobardado. Mammón. Lo que quería decir es que desde unos
años, décadas para esta acá, los humanos (hombres y mujeres) tienen un demonio
común —le comento el demonio.
—¿Quién ese usurpador? ¿Responde? O te
pongo a limpiar el infierno de cabo a rabo —le dijo enfurecido Lucifer.
—Le llaman Internet o la red. Los mortales
se dedican a navegar por ella, hay una zona que la denominan la Internet
oscura, que solo los más osados y listos saben donde se haya —le empezó a
contar el demonio a su Señor.
—¿Quién dirige esa Internet oscura o lo
que sea eso? —pregunto interesado Lucifer.
—Se llaman hakers, y son algo así como
los dioses de la red, entran y salen sin que nadie los pueda controlar, roban,
estafan, timan, todo ello sin compasión y rara vez los encuentran —le contó el
demonio. Son los dueños y señores de Internet.
—¡Uhmm! Interesante, creo que vamos a
tener que adaptarnos a los nuevos tiempos ¿Y dices que hay que navegar por ese
mundo oscuro? —pregunto de nuevo Luzbel.
—Así lo llaman los mortales mi Señor.
—Bien. ¡Leviatán!
Llamo Lucifer a su demonio.
—¿Si mi Señor?
—Tengo un nuevo mandato para ti, deberás
introducirte en es mundo nuevo llamado Internet y navegar por él, atrapar todas
las almas que puedas y traérmelas, sobre todo la de esos dioses llamados …..
—Hakers, mi Señor —le dijo Mammón.
—Eso es, hakers —repitió Lucifer.
—¿Yo, mi Señor? —pregunto dudoso
Leviatán.
—¿Quién mejor que tú, mi querido
Leviatán? Tú, que eres el demonio de los océanos, el dragón de los mares ¿Quién
mejor que tú, para navegar por ese mundo oscuro de los mortales? Quien mejor
que tú, para tan ardua tarea —le ensalzo Satanás.
—Como ordenes mi Señor, haré todo lo que
este en mis endemoniadas manos para traerte las almas que me pides —le dijo
Leviatán.
—Así me gusta príncipe mío, y los demás
ya podéis ir espabilando necesitamos almas mortales, espabilad.
Les dijo a todos el Señor del averno, el
príncipe de la oscuridad.
—¿Mi señor? —le interrumpió Leviatán.
—Dime.
—Creo que debería cambiarme el nombre,
ya que el mío es muy conocido —dijo el demonio.
—Como desees, ¿Como te quieres llamar
ahora? —le pregunto Satanás.
—Si me lo permites mi Señor —dijo Amon
de malas maneras. Yo le llamaría Leviatronic, es muy acorde a los nombres que
usan los mortales. Jajaja.
Todos en el infierno se rieron como demonios, incluido Satanás.
Bajó al infierno reclamando su sitió junto a Lucifer, al
llegar a la entrada tras haber pasado el lago de Estigia junto a Caronte, que
le exigió el pago como era en él.
Al atravesar las puertas del averno un silencio se hizo de
repente, hasta las llamas dejaron de crepitar, todos los demonios, mayores y
menores se volvieron hacía él.
¿Qué hará este aquí? ¿A qué habrá venido? Se preguntaban.
Él sin abrir la boca, se acerco al centro de la caverna que
servía de receptorio, alguien alzó la voz.
¿Quién eres y ha que has venido aquí?
Soy un pobre difunto que ha venido a reclamar su sitio.
¿Y qué sitió es ese que quieres para ti?
El del señor del averno, el de Satanás o Lucifer, como
prefiráis llamarlo.
Jajaja. Rieron a coro todos los presentes.
¿Qué te hace pensar que ese es tú sitió, y no el de un pobre
diablo más de los que hay por aquí?
Porque yo fui el que peleo con dios desde que nació, y ahora
se que gane mi pelea.
Yo crucifique al hijo de dios allá en la tierra y le tapo el
sepulcro para que no pudiera resucitar.
Yo fui el que le vendió por trece monedas de oro y una de
ellas la tiene ahora Caronte.
Yo partí a un niño en dos, cuando sus supuestas madres se lo
disputaban.
Yo fui el que sentencio a la hoguera a miles de brujas y
herejes.
Maté a miles de inocentes en las cámaras de gas en el
holocausto.
Prendí la mecha que hizo estallar cientos de bombas en
Afganistán
Provoque la Intifada de Hamas en Palestina.
Tiré la bomba de Hiroshima.
Derribe las torres gemelas de New York.
El del tsunami que asolo Fukushima, fui yo.
Yo provoque la guerra de Siria y ahí esta en pleno apogeo,
con miles de adeptos que han ido llegando por tierra y por mar.
¿Y quién eres tú que tantos meritos se atribuye?
Yo soy Dios Omnipotente y omnipresente, yo soy el creador
del bien y el mal, padre de la humanidad
Soy el que escribe la historia con tinta y sangre negra de
sus propias venas muertas.
Soy el que ha pasado por la cruz, azotado y vendido.
El que enterraron y se levanto de su sepulcro al anochecer.
Me atravesaron el corazón con una estaca.
Me dispararon con una bala de plata.
Salí de un laberinto, después de matar a un minotauro.
Me enfrente a los Dioses del Olimpo y los vencí.
Odín y sus hijos no fueron rivales para mí.
El infierno de dante lo cree para mi diversión.
Me perdí en un camino de baldosas amarillas, en el desierto
junto aladín aparecí.
¿Ya sabes quién soy?
Yo te lo diré, que no te quepa duda, aún me quedan muchas
historias más.
Soy la Biblia, el Corán.
Soy los miles de cuentos que se han escrito y los que están
por escribir.
Me llaman LITERATURA la madre de todas las historias contadas y por contar.
Cuando la segunda guerra mundial estalló, la primera aún estaba en el recuerdo de los caídos, ¿Qué cómo lo sabemos? Por los escritos que dejaron los cobardes, de los valientes no hay constancia y los cementerios están llenos de ellos o eso dicen.
Todo comenzó cuando un cuartel vació de leyendas —todas se fueron a la guerra— quedo abandonado por el ejercito, aquello debió de ser allá por el día D en el que ABC lo publico en primera página.
Dicen que fue el comienzo de lo que se convirtió en la debacle del ejército. Cuando se fue a proceder al desembarco de Normandía los controladores aéreos se aliaron e iniciaron una huelga indefinida, los paracaidistas caían, sin ton, ni son, por toda Francia, de haber sido Vietnam los hubieran dado la vietconida de una forma muy tradicional, Con caña de bambú bajo las uñas y descargas eléctricas, era la moda de la época.
El sargento de hierro se oxido al pasar bajo una cascada y de no ser por un francotirador que le pegó un tiro en el bote del tres en uno, aún sería una escultura más que visitar.
En Europa fueron a salvar al soldado Ryan, cuando lo encontraron se había salvado así mismo, lo hallaron en una iglesia metodista, había cambiado las balas por las palabras, en las traseras del la iglesia el cementerio estaba lleno de lápidas de arrepentidos Nazis.
A el que cierra las heridas lo hicieron cirujano en Dunkerque, por sus agujas de sutura paso hasta el último hombre.
Los americanos intentaron pasar la delgada línea roja, pero se les fue de las manos y crearon un lago de sangre, sudor y fuego, muchos perecieron ahogados en su propia sangre, ardiendo en su propio infierno o deshidratados de tanto llanto.
Cuando John Rambo volvió a casa, no le dejaron entrar, por los tres rombos que llevaba en la pechera y los niños no podían verle deambulando por el pueblo, aquello provoco que el patriota se encabronara y formara el Apocalipsis now, formara el cuatro de julio se convirtiera en el cazador, acabara con la hermandad local y se fuera al imperio del sol.
El desfile de vehículos le siguen, como dolientes siguen un coche fúnebre camino del camposanto.
El silencio solo era roto por el ruido de los motores,
los curiosos se agolpaban en aceras y ventanas.
Él sabía que una vez atravesara aquella verja no habría marcha atrás.
En el edificio, tras las verjas, se ocultaba una total oscuridad, que no permitiría que nadie violara su intimidad.
La comitiva llegó a la altura de la verja, había dos personas esperando para abrir aquellos barrotes, tenían miedo de tocarlos con sus manos, lo reflejaban sus rostros.
Desde el primer vehículo les hicieron un gesto de asentimiento y ellos temerosos de cruzar el umbral, empujaron hacía dentro la valla, que se deslizo suave y silenciosa a pesar del tiempo transcurrido desde que se uso la última vez ¿Cuándo? Nadie de los presentes lo sabían, ninguno había nacido. Fue en un pasado muy lejano, que hasta el día de hoy creían olvidado.
El vehículo que encabezaba la comitiva entró despacio y tras el se volvieron a cerrar las puertas de metal; avanzó despacio hasta la entrada principal del edificio que vibraba como si tuviera vida propia, un zumbido se oía tenue pero claro. Al llegar al pie de la escalinata principal el coche paró, se abrió la puerta y alguien salió y se dirigió hasta la puerta de madera antigua de la que colgaba una aldaba con cabeza de león de bronce y de su boca una argolla con un contrapeso en medio del aro.
Sin llegar a tocar la puerta, esta comenzó ha abrirse, haciendo que la oscuridad se replegara a un rincón de la habitación, permitiendo que la luz entrara en un resquicio, viendo así violada su intimidad de siglos ininterrumpidos de total tranquilidad.
El ser de la puerta dio dos pasos y cruzo el umbral y la puerta se cerró tras el.
En el exterior un ¡oh! Se mezclo con suspiros de resignación, unos sabían que era lo mejor que les podía pasar, otros más escépticos, dudaban de que esa fuera la solución. Otros simplemente lloraban ante el miedo de un porvenir desconocido que se les avecinaba.
Mientras en la casa la oscuridad empezó a llenar de nuevo su espació, sabía que había vuelto a vencer. Ella era un pasado ya vivido, dentro de un edificio llamado presente, esperando a un futuro que llenara las habitaciones de aquella casa, sabiendo que todas al final, estarían repletas del pasado.
Aquel día se levantó dispuesto a empezar aquello que llevaba tanto tiempo posponiendo. Era su primer día de vacaciones y se había propuesto no pasarlos haciendo sofing con la tv y las cervezas.
Así que, se fue a la cochera, cogió su bicicleta que tenía más óxido que el hombre de hojalata del mago de Oz; la limpió, le echó aceite y engrasó los rodamientos, piñones y todo lo que pudiera ser menester engrasar. Se puso culotte, que llevaba en el armario desde que Indurain ganó su primer tour allá por 1991, —que ya ha llovido desde entonces—. Marcaba un paquete, que parecía la furgoneta de Seur.
Se subió a su bicicleta y empezó a dar pedales. Iba como la seda, recién engrasadita, apenas tenía que pedalear. Para ser el primer día se decidió por un paseo tranquilo por la ciudad, sin castigarse mucho, por aquello de las agujetas y tal. Calle arriba, calle abajo. Cuando se quiso dar cuenta estaba en la calle principal del centro, una calle que podía tener dos kilómetros de cuesta abajo, no muy pronunciada, pero lo justo para coger una buena velocidad. Se dispuso a bajarla y empezó a ir cada vez más deprisa, 20, 30, 40, 50 km horas.
¡Aquello era volar! La calle desembocaba en la plaza principal, justo a las puertas de la iglesia. Cuando vio la fachada de la iglesia quiso frenar, pero algo sucedía a los frenos que no respondían. Con tanta grasa, las zapatas se habían impregnado de ella y resbalaba sobre la llanta sin que hiciera la más mínima intención de frenar. Miró al frente y la puerta de la iglesia estaba cada vez más cerca. Miró a la izquierda: vehículos aparcados. Miró a la derecha, las fachadas de los edificios pasaban a toda leche por su lado. Miró al frente la puerta. ¡Plumm…! El golpe se oyó en toda la plaza. Salió el párroco al oír el golpe y vio a aquel pobre hombre contra la puerta, como un sello. Una de las ruedas seguía dando vueltas sobre su eje; la otra era un ocho.
El cura lo mira y muy serio le dice.
_¡Hijo mío! ¿Estás bien? ¿Puedo ayudarte en algo?
Este le mira con los ojos vidriosos de lágrimas y dolor y le contesta.
_¡No padre, gracias, la ostia ya me la he dado yo solo!
El cura lo miró con cara de no entender nada ¿O sí? Solo dios lo sabe.
Este es parte del último relato que estoy escribiendo, empezó como un texto para el concurso de Paula de Grei, Almas y Bruja.
Lo que empezó como un pequeño relato, se ésta convirtiendo en un proyecto más ambicioso.
Aquella mañana amaneció fría, la ventisca había soplado durante toda la noche, el frío
se había metido en los huesos de los habitantes de la tienda, a pesar del fuego que
ardía en el centro de la misma.
Kiara, la mujer intentaba por todos los medios caldear la estancia, alimentaba la
lumbre con troncos de pino, pero estos estaban húmedos y les costaba arder.
Moare había salido de caza temprano, no había empezado a clarear el día, aunque en
esta época del año los días en aquella latitud eran, cortos ya de por si, tan pronto
tuviera alguna pieza volvería a la tienda. Iba pensando en ello, cuando un conejo de
las nieves se puso a tiro de arco. Moare tenso la cuerda y apunto al animal, espero a
que el viento amainase un segundo para no errar el tiro y la soltó, el animal dio un
salto en el aire al sentir la afilada punta penetrar la carne de su cuerpo, pero cuando
toco la nieve ya estaba muerto y una mancha roja comenzó a extenderse debajo del
animal. El hombre fue a por su pieza la recogió y se la colgó del cinturón, no se paro
ni a destriparlo como tendría que haber hecho de haber seguido con su cacería.
Muage el niño se había asomado a la puerta de la tienda a pesar de que su madre le
reñía por que entraba el viento helado y no conseguía caldear la estancia.
— Ya viene mama, papa ya esta de vuelta y trae algo colgado al cinto.
— ¿Que bien, pero que es lo que trae? — le pregunto la madre para tenerlo
entretenido.
— Creo que es un conejo —contesto el niño.
— ¿Estas seguro?
— Sí, es un conejo, ahora lo veo bien.
El padre entro en la tienda cogiendo a Muage en brazos, cuando se le tiro encima para
abrazarlo.
— ¿Traes un conejo, verdad papa? —le dijo muy orgulloso el niño.
— Si hijo, es un conejo, y ahora baja que tengo que limpiarlo para que mama lo
prepare.
— ¿Me vas a preparar el rabo para hacerme un collar? —le pregunto Yara la
niña que hasta ese momento había estado tumbada en el otro lado de tienda,
hasta que los gritos de su hermano la despertaron.
— Claro hija y una de las patas traseras como amuleto, para Muage —dijo el
padre orgulloso.
— ¿Sí papa, me vas ha hacer un amuleto? ¿Y para que sirve un amuleto, papa?
—preguntaba el chiquillo como si le hubieran dado cuerda en aquel momento.
— Veras —comenzó el padre—. Los amuletos son objetos que sirven para
protegernos del mal. Pronto tendrás que salir a cazar conmigo por primera vez,
para eso practicamos con el arco casi todos los días.
— Siii, me gusta disparar con el arco —le interrumpió el niño.
— Lo se hijo, como te decía, iremos a cazar y lo primero que debes de cazar es
un conejo de las nieves —le explico Moare— pero no cualquier conejo, si no
el espíritu de la bruja blanca.
— ¿Una bruja? —pregunto el niño, muy intrigado.
— Si Muage, una bruja, pero no una bruja cualquiera, sino la bruja que nos
protege de las calamidades, la que nos abastece de caza durante todo el año
para que no pasemos hambre y la que evita que enfermemos, en los crudos
inviernos.
— Y si están buena. ¿Porque tengo que matarla? —pregunto muy serio.
— Bueno hijo, a ver como te lo explico para que lo entiendas —le dijo el padre
abrazándolo— No vas a matar a la bruja blanca, porque nadie puede matarla,
es más… algo simbólico.
— ¿Simbólico?
— Sí, algo que hay que hacer como acto de buena fe, para que ella nos acepte
entre sus hijos, los hijos de la tundra. A ella no la hacemos daño, al revés, la
veneramos y la adoramos, para que nos proteja siempre, ella es la que dirige
las flechas que disparamos y si lo cree acertado, nos deja que matemos la
pieza y si no, desvía la flecha salvando al animal. Por eso la primera pieza que
debes de cazar es un conejo blanco, porque en el estará el alma de la bruja
blanca y guiara tus pasos y tu flecha, si ella cree que estas preparado para ser
un cazador.
— Y el amuleto, ¿Qué tiene que ver?
— El amuleto es para demostrar a la bruja que la respetas y que acataras los
deseos que ella te mande, en la pata, una vez la preparemos, la hayamos
quitado el hueso, limpiado la carne y curado la piel para que no se pudra, le
tenemos que poner en su interior uno de cada uno de los cuatro elementos. Un
trozo de carbón como respeto al fuego, un saquito de tierra de los bosques, en
honor a la tierra, un frasquito con agua del mar salado y otro frasquito con aire
de tus pulmones, como respeto a la vida. Una vez estén todos los elementos en
el interior de la pata, la coseremos y la haremos los rituales, bailes y rezos en
honor a la bruja blanca para que nos proteja y nos guié por este mundo y se
haga cargo de nuestra alma cuando lo dejemos. Cuando ya tengamos todo
preparado y los ritos realizados, será el momento en el que saldremos a cazar
juntos por primera vez y veremos si ella te acoge como un hijo más.
— ¿Y si no lo hace?
— Entonces hijo mío, deberás dedicarte a la pastoreo de alces y renos u ovejas y
no podrás cazar nunca, porque ella, la bruja blanca te habrá negado el don.
— Seré un gran cazador, ella me mostrara el conejo que porta su alma y guiara mi
mano para que no falle el tiro. Seré un hijo de la tundra como tú, papa.
Así sea hijo mío o desapareceremos de este mundo y el hombre acabara por arrasar lo
poco que queda y la bruja blanca desaparecerá y con ella la protección que su alma
otorga a todos los seres vivos de este mundo. —pensó el padre— eres el último
descendiente que queda hijo mío.