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Conseguí establecer una rutina en las guardias y saber cuál era el más descuidado en su vigilancia, así se lo hice entender a mis dos compañeros que estaban más nerviosos, hasta el punto de cometer una serie de errores que no pasaron desapercibidos para los orcos que nos custodiaban y eso les hizo recibir varias tandas de latigazos, en especial a Nando. Le dejaron la espalda hecha un cuadro, lo que hizo que se debilitara a unos extremos que temimos por su vida, apenas se podía mover a pesar de los cuidados a los que le sometimos, pasada una semana de mi inventada cronología comenzó a recuperarse un poco.
- Tener más cuidado, nos van a separar, o lo que es peor nos van a matar a latigazos como no seamos más precavidos en lo que hacemos.
- Lo siento- —Me contesto Nando.
- Y tanto que lo sientes los golpes te los estas llevando todos. —Le dije de broma.
- —Se río el enano.
- De que te ríes, si tú también te has llevado unos cuantos.
- Si no fueran tantos a este le iba a meter el látigo por el culo. —Mascullo el enano malhumorado.
De repente una algarabía empezó a escucharse al otro extremo de la caverna, el sonido de las voces llegaba por una de las galerías como si vinieran cientos de bestias rugiendo y corriendo al galope. Al cabo de poco empezaron a salir unos seres peludos, patizambos y con unas narices gordas y moradas, los brazos los tenían muy largos casi les llegaban al suelo, lo que les confería un aspecto algo cómico, aunque de cómicos tenían poco ya que los primeros al pasar entre los prisioneros los pegaron empellones y patearon para apartarlos de su camino, los demás se empezaron a apartar rápidamente para evitar ser atropellados y maltratados por aquellas bestias.
- ¡Trolls! Lo que nos faltaba. —Bramo Golin— Mas nos vale que estén de paso por que si no lo llevamos mal.
- ¿Por qué? ¿Tan peligrosos son? —Le pregunte.
- Son seres despreciables, ruines, con mucha maldad y lo peor es que como muera alguien, no se lo van a llevar para tirarlo por ahí, directamente se lo comerán.
- Joder, pues vamos de mal en peor, tenemos que salir cuanto antes de aquí —soltó Nando con furia.
- No podemos entretenernos o nos largamos pronto o no salimos vivos. — dije mirando hacía los trolls — mañana al cambio de la segunda guardia será el mejor momento para huir, tenéis que estar preparados a mi señal.
- ¿Como lo haremos? —Me pregunto Nando.
- Nos adentraremos en la galería que baja hacía el centro de la montaña, no creo que se den cuenta de nuestra fuga hasta pasado una o dos horas y nos buscaran por las galerías que suben a la superficie. — Les dije.
- ¿Estas seguro?
- No, pero al menos tenemos que intentarlo y Golin se orienta mejor que nosotros, hay que bajar, tiene que haber alguna salida y la vamos a encontrar.
Pasamos todo el día hechos un manojo de nervios, con un miedo atroz a cometer alguna torpeza que nos complicara más si cabe la huida, el tiempo paso lento, agonizante, hasta que llego el momento esperado, cuando el orco que nos custodiaba se dirigió hacía la galería principal para buscar el relevo, les hice un gesto a ambos y nos adentramos de uno en uno en la galería que llevaba a la caverna donde guisaban las mujeres y una vez allí nos desviamos por un pasadizo más pequeño que bajaba de manera sinuosa hacía el centro de la montaña. El enano se puso al frente abriendo el camino, Nando iba en medio y yo cerraba la fila apurándoles para que fueran más deprisa.
- Más rápido, daos prisa tenemos que poner tierra de por medio antes de que se den cuenta y salgan en nuestra búsqueda, si nos cogen estamos muertos.
- Voy todo lo rápido que me dan las mis cortas piernas —resoplo el enano.
- Venga vamos Golin, sácanos de aquí y te pago una cena.
- Te cojo la palabra —contesto — Un asado bien tostadito y una jarra de cerveza bien fría, que rico.
- Calla, calla que nos vas a matar del gusto con solo pensarlo, cuenta con ello en cuanto estemos fuera.
- Shssssss.
Nos hace callar el enano.
- Alguien se acerca por delante.
- Estamos listos entonces, aquí no tenemos donde escondernos. —Dije en un susurro.
- Deprisa, unos metros más adelante hay un recodo, nos meteremos ahí y esperaremos a que pase.
Insistió el enano, que veía casi lo que nosotros no podíamos ver ni con antorchas. A la vez que preparaba el palo del pico que llevaba en la espalda colgado, imitamos su acción con los que habíamos cogido nosotros. Esperamos en completo silencio mientras oíamos sus pisadas acercándose a nosotros, cada vez estaba más cerca y al llegar a nuestra altura nos olio y se paró de golpe, el enano sin pensárselo dos veces salto con el palo en alto, golpeándolo en la cabeza con todas sus fuerzas, oí como crujía el cráneo y caía al suelo con un sonido sordo.
Nando y yo salimos detrás de él pero no hizo falta que le golpeáramos había caído fulminado por el golpe. Entonces es cuando vimos que era un orco que volvía a la caverna principal.
- Ayudadme —nos dijo el enano— Tenemos que arrastrarlo hasta ese recodo.
- De que nos va a servir, ya habéis visto como nos ha olido. —dijo Nando.
- Pero ha sido tarde para él —le espete— Al menos si lo escondemos conseguiremos retrasar que lo descubran y lo hagan lo más tarde posible.
- Está bien hagámoslo. — Dijo mientras lo agarraba por un brazo.
Lo arrastramos hasta el recodo en el que nos habíamos escondido y lo dejamos.
- Deprisa tenemos que largarnos rápido, los troll pueden oler la sangre a cientos de metros.
- Mierda, no vamos a conseguir escapar.
- Déjate de lamentaciones y vamos, ya no hay marcha atrás, si este venia por esta galería es porque hay salida por algún sitio, solo hay que encontrarla. — Les dije.
- Si y evitar que nos encuentren que es lo más complicado. —Escupió Nando.
- Pues correr, ya — dije.
Sin mediar ni una palabra más nos pusimos en marcha a un paso que era más un trote, seguimos bajando dando vueltas y más vueltas, sin dejar en ningún momento la galería principal. Escuchamos de repente un sonido que retumbaba por toda la montaña. ¡¡Turuuuuuuuu!! Han encontrado al orco, por tanto nuestro rastro también, echamos a correr intentando poner distancia entre nosotros y nuestros perseguidores, cansados como estábamos solo nos mantenía en pie la adrenalina que nuestro cuerpo desprendía, sabía que en cuanto nos relajáramos un poco afloraría todo el agotamiento, solo paramos para beber un poco de agua que manaba de un manantial subterráneo, sabia a hierro, pero era mejor que nada. Llego un momento que tanto Nando como yo no podíamos seguir, necesitábamos descansar, el enano más acostumbrado a las largas caminatas tenía una resistencia increíble a pesar de haber estado tanto tiempo prisionero y nos alentaba a seguir adelante. Vamos aguantar un poco más ya tenemos que estar cerca, hay que seguir, no os paréis ahora, vamos – decía sin parar una y otra vez.
Al cabo de una eternidad vimos un poco de claridad, apretamos el paso creyendo que era la tan ansiada luz del día, recibimos un tremendo chasco al salir a una caverna iluminada por antorchas era muy grande y tan alta que no se veía el techo, solo se oía un gotear constante de agua que caía a lo que parecía un lago que desaparecía de nuestra vista, nos acercamos a la orilla y vimos un pequeño bote entre las rocas, sin pensarlo dos veces nos subimos y empezamos a remar; cogimos un remo el enano y otro yo, mientras Nando tomaba resuello. Al poco vimos luces de antorchas que se acercaban al agua desde el fondo de la caverna por donde habíamos llegado, iban acompañados de gritos guturales mezclados con insultos que podíamos entender, cuando empezamos a distinguirlos había alrededor de unas treinta o cuarenta antorchas y muchas sombras que se movían en la oscuridad, nos empezamos a poner nerviosos, muy nerviosos si aquella horda de orcos nos cogía nos despedazarían aquí mismo por lo que le dimos más rápido al remo, Nando se puso con el enano y le dio más impulso al bote, Golin chillo presa de los nervios y la emoción.
- Veo luz, al fondo veo claridad estamos llegando a una salida, vamos remad deprisa, que casi llegamos al final.
Gastando las últimas fuerzas, resollando como caballos de carreras espoleados al galope, seguimos impulsado los remos, nos iba la vida en ello, yo que iba de espaldas a la luz veía como los orcos habían echado botes al agua y se acercaban a una velocidad increíble para unos seres tan torpes en apariencia.
Nando de repente soltó el remo y cayo hacía el fondo del bote.
- Nando vamos un último esfuerzo
- No puedo más lo siento amigos, me es imposible los músculos no me responden — Dijo en un leve susurro, casi lo conseguimos.
Miré a Golin y su cara estaba blanca, como si se hubiera quedado sin sangre por el terrible esfuerzo al que había sometido a su cuerpo, ya remaba por la pura inercia del movimiento que había estado realizando, no por que fuera consciente de ello.
- Vamos amigo un último esfuerzo que ya casi lo hemos conseguido —le alenté al pequeño gran hombre.
Pero de nada servia, nuestros cuerpos se negaban a obedecer a nuestro cerebro, los orcos se nos echaban encima a una velocidad que era impensable ya el poder escapar, tan cerca y tan lejos de nuestra libertad.
Nos cercaron y nos llevaron de nuevo a la orilla, al llegar nos desembarcaron a empujones y Nando se golpeo la cabeza contra una piedra, perdiendo el conocimiento.
- Malditos cabrones lo vais a matar — les grite presa de la rabia.
- No matarrrr nosotross, matarrrr vosotros por querer escaparrrr
Dijo uno de los orcos que no había visto nunca hasta ese momento, hizo un gesto con la cabeza a otro que estaba a su lado en dirección a Nando y se fue hacia él con un sable en mano y le corto la cabeza de un solo golpe, luego se quedo mirando a su jefe y este volvió a asentir.
- ¡Lo has matado hijo de puta, has matado a mi amigo! —Grité desconsolado.
Mientras le chillaba, el del espadón se dirigió hacía nosotros, el enano los insultaba con palabras que yo nunca había oído en mi vida, a la misma vez que me quedaba blanco esperando lo inevitable, por lo que me lance de cabeza a por el ogro, no se si para quitarle el arma, para evitar que matara a mi amigo o para acabar cuanto antes. El orco levanto el espadón y lo descargó sobre mi cabeza y de repente una luz blanca me cegó antes de envolverme en una oscuridad absoluta.
Poco a poco fui recobrando la conciencia y una claridad me daba en la cara de refilón, notaba calor, como si un rayo de sol entrara por algún resquicio y me estuviera dando en la cara, no me atrevía a abrir los ojos por miedo a encontrarme la muerte de cara, los empecé a abrir poco a poco y me di cuenta que estaba en la cabaña en la que me había metido para pasar la noche y que todo había sido un sueño que seguía vivo en mi, me levante para salir de aquel chozo y de aquella montaña lo más rápido que me permitieran las piernas.
Fin.
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