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Historias de películas veraces ¿o eran Bélicas? 1ª parte


Cuando la segunda guerra mundial estalló, la primera aún estaba en el recuerdo de los caídos, ¿Qué cómo lo sabemos? Por los escritos que dejaron los cobardes, de los valientes no hay constancia y los cementerios están llenos de ellos o eso dicen.

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Todo comenzó cuando un cuartel vació de leyendas —todas se fueron a la guerra— quedo abandonado por el ejercito, aquello debió de ser allá por el día D en el que ABC lo publico en primera página.

Dicen que fue el comienzo de lo que se convirtió en la debacle del ejército. Cuando se fue a proceder al desembarco de Normandía los controladores aéreos se aliaron e iniciaron una huelga indefinida, los paracaidistas caían, sin ton, ni son, por toda Francia, de haber sido Vietnam los hubieran dado la vietconida de una forma muy tradicional, Con caña de bambú bajo las uñas y descargas eléctricas, era la moda de la época.

El sargento de hierro se oxido al pasar bajo una cascada y de no ser por un francotirador que le pegó un tiro en el bote del tres en uno, aún sería una escultura más que visitar.

En Europa fueron a salvar al soldado Ryan, cuando lo encontraron se había salvado así mismo, lo hallaron en una iglesia metodista, había cambiado las balas por las palabras, en las traseras del la iglesia el cementerio estaba lleno de lápidas de arrepentidos Nazis.

A el que cierra las heridas lo hicieron cirujano en Dunkerque, por sus agujas de sutura paso hasta el último hombre.

Los americanos intentaron pasar la delgada línea roja, pero se les fue de las manos y crearon un lago de sangre, sudor y fuego, muchos perecieron ahogados en su propia sangre, ardiendo en su propio infierno o deshidratados de tanto llanto.

Cuando John Rambo volvió a casa, no le dejaron entrar, por los tres rombos que llevaba en la pechera y los niños no podían verle deambulando por el pueblo, aquello provoco que el patriota se encabronara y formara el Apocalipsis now, formara el cuatro de julio se convirtiera en el cazador, acabara con la hermandad local y se fuera al imperio del sol.

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DE CAMINO AL INFIERNO. Último capitulo.


Leer el primer capitulo. 

Leer el segundo capitulo.

Leer el tercer capitulo.

Leer el cuarto capitulo.

Último capitulo.

Conseguí establecer una rutina en las guardias y saber cuál era el más descuidado en su vigilancia, así se lo  hice entender a mis dos compañeros que estaban más nerviosos, hasta el punto de cometer una serie de errores que no pasaron desapercibidos para los orcos que nos custodiaban y eso les hizo recibir varias tandas de latigazos, en especial a Nando. Le dejaron la espalda hecha un cuadro, lo que hizo que se debilitara a unos extremos que temimos por su vida, apenas se podía mover a pesar de los cuidados a los que le sometimos, pasada una semana de mi inventada cronología comenzó a recuperarse un poco.

  • Tener más cuidado, nos van a separar, o lo que es peor nos van a matar a latigazos como no seamos más precavidos en lo que hacemos.
  • Lo siento- —Me contesto Nando.
  • Y tanto que lo sientes los golpes te los estas llevando todos. —Le dije de broma.
  • —Se río el enano.
  • De que te ríes, si tú también te has llevado unos cuantos.
  • Si no fueran tantos a este le iba a meter el látigo por el culo. —Mascullo el enano malhumorado.

De repente una algarabía empezó a escucharse al otro extremo de la caverna, el sonido de las voces llegaba por una de las galerías como si vinieran cientos de bestias rugiendo y corriendo al galope. Al cabo de poco empezaron a salir unos seres peludos, patizambos y con unas narices gordas y moradas, los brazos los tenían muy largos casi les llegaban al suelo, lo que les confería un aspecto algo cómico,  aunque de cómicos tenían poco ya que los primeros al pasar entre los prisioneros los pegaron empellones y patearon para apartarlos de su camino, los demás se empezaron a apartar rápidamente para evitar ser atropellados y maltratados por aquellas bestias.

  • ¡Trolls! Lo que nos faltaba. —Bramo Golin— Mas nos vale que estén de paso por que si no lo llevamos mal.
  • ¿Por qué? ¿Tan peligrosos son? —Le pregunte.
  • Son seres despreciables, ruines, con mucha maldad y lo peor es que como muera alguien, no se lo van a llevar para tirarlo por ahí, directamente se lo comerán.
  • Joder, pues vamos de mal en peor, tenemos que salir cuanto antes de aquí —soltó Nando con furia.
  • No podemos entretenernos o nos largamos pronto o no salimos vivos. — dije mirando hacía los trolls — mañana al cambio de la segunda guardia será el mejor momento para huir, tenéis que estar preparados a mi señal.
  • ¿Como lo haremos? —Me pregunto Nando.
  • Nos adentraremos en la galería que baja hacía el centro de la montaña, no creo que se den cuenta de nuestra fuga hasta pasado una o dos horas y nos buscaran por las galerías que suben a la superficie. — Les dije.
  • ¿Estas seguro?
  • No, pero al menos tenemos que intentarlo y Golin se orienta mejor que nosotros, hay que bajar, tiene que haber alguna salida y la vamos a encontrar.

Pasamos todo el día hechos un manojo de nervios, con un miedo atroz a cometer alguna torpeza que nos complicara más si cabe la huida, el tiempo paso lento, agonizante, hasta que llego el momento esperado, cuando el orco que nos custodiaba se dirigió hacía la galería principal para buscar el relevo, les hice un gesto a ambos y nos adentramos de uno en uno en la galería que llevaba a la caverna donde guisaban las mujeres y una vez allí nos desviamos por un pasadizo más pequeño que bajaba de manera sinuosa hacía el centro de la montaña. El enano se puso al frente abriendo el camino, Nando iba en medio y yo cerraba la fila apurándoles para que fueran más deprisa.

  • Más rápido, daos prisa tenemos que poner tierra de por medio antes de que se den cuenta y salgan en nuestra búsqueda, si nos cogen estamos muertos.
  • Voy todo lo rápido que me dan las mis cortas piernas —resoplo el enano.
  • Venga vamos Golin, sácanos de aquí y te pago una cena.
  • Te cojo la palabra —contesto — Un asado bien tostadito y una jarra de cerveza bien fría, que rico.
  • Calla, calla que nos vas a matar del gusto con solo pensarlo, cuenta con ello en cuanto estemos fuera.
  • Shssssss.

Nos hace callar el enano.

  • Alguien se acerca por delante.
  • Estamos listos entonces, aquí no tenemos donde escondernos. —Dije en un susurro.
  • Deprisa, unos metros más adelante hay un recodo, nos meteremos ahí y esperaremos a que pase.

Insistió el enano, que veía casi lo que nosotros no podíamos ver ni con antorchas. A la vez que preparaba el palo del pico que llevaba en la espalda colgado, imitamos su acción con los que habíamos cogido nosotros. Esperamos en completo silencio mientras oíamos sus pisadas acercándose a nosotros, cada vez estaba más cerca y al llegar a nuestra altura nos olio y se paró de golpe, el enano sin pensárselo dos veces salto con el palo en alto, golpeándolo en la cabeza con todas sus fuerzas, oí como crujía el cráneo y caía al suelo con un sonido sordo.

Nando y yo salimos detrás de él pero no hizo falta que le golpeáramos había caído fulminado por el golpe. Entonces es cuando vimos que era un orco que volvía a la caverna principal.

  • Ayudadme —nos dijo el enano—  Tenemos que arrastrarlo hasta ese recodo.
  • De que nos va a servir, ya habéis visto como nos ha olido. —dijo Nando.
  • Pero ha sido tarde para él —le espete— Al menos si lo escondemos conseguiremos retrasar que lo descubran y lo hagan lo más tarde posible.
  • Está bien hagámoslo. — Dijo mientras lo agarraba por un brazo.

Lo arrastramos hasta el recodo en el que nos habíamos escondido y lo dejamos.

  • Deprisa tenemos que largarnos rápido, los troll pueden oler la sangre a cientos de metros.
  • Mierda, no vamos a conseguir escapar.
  • Déjate de lamentaciones y vamos, ya no hay marcha atrás, si este venia por esta galería es porque hay salida por algún sitio, solo hay que encontrarla. — Les dije.
  • Si y evitar que nos encuentren que es lo más complicado. —Escupió Nando.
  • Pues correr, ya — dije.

Sin mediar ni una palabra más nos pusimos en marcha a un paso que era más un trote, seguimos bajando dando vueltas y más vueltas, sin dejar en ningún momento la galería principal. Escuchamos de repente un sonido que retumbaba por toda la montaña. ¡¡Turuuuuuuuu!! Han encontrado al orco, por tanto nuestro rastro también, echamos a correr intentando poner distancia entre nosotros y nuestros perseguidores, cansados como estábamos solo nos mantenía en pie la adrenalina que nuestro cuerpo desprendía, sabía que en cuanto nos relajáramos un poco  afloraría todo el agotamiento, solo paramos para beber un poco de agua que manaba de un manantial subterráneo, sabia a hierro, pero era mejor que nada. Llego un momento que tanto Nando como yo no podíamos seguir, necesitábamos descansar, el enano más acostumbrado a las largas caminatas tenía una resistencia increíble a pesar de haber estado tanto tiempo prisionero y nos alentaba a seguir adelante. Vamos aguantar un poco más ya tenemos que estar cerca, hay que seguir, no os paréis ahora, vamos – decía sin parar una y otra vez.

Al cabo de una eternidad vimos un poco de claridad, apretamos el paso creyendo que era la tan ansiada luz del día, recibimos un tremendo chasco al salir a una caverna iluminada por antorchas era muy grande y tan alta que no se veía el techo, solo se oía un gotear constante de agua que caía a lo que parecía un lago que desaparecía de nuestra vista, nos acercamos a la orilla y vimos un pequeño bote entre las rocas, sin pensarlo dos veces nos subimos y empezamos a remar; cogimos un remo el enano y otro yo, mientras Nando tomaba resuello. Al poco vimos luces de antorchas que se acercaban al agua desde el fondo de la caverna por donde habíamos llegado, iban acompañados de gritos guturales mezclados con insultos que podíamos entender, cuando empezamos a distinguirlos había alrededor de unas treinta o cuarenta antorchas y muchas sombras que se movían en la oscuridad, nos empezamos a poner nerviosos, muy nerviosos si aquella horda de orcos nos cogía nos despedazarían aquí mismo por lo que le dimos más rápido al remo, Nando se puso con el enano y le dio más impulso al bote, Golin chillo presa de los nervios y la emoción.

  • Veo luz, al fondo veo claridad estamos llegando a una salida, vamos remad deprisa, que casi llegamos al final.

Gastando las últimas fuerzas, resollando como caballos de carreras espoleados al galope, seguimos impulsado los remos, nos iba la vida en ello, yo que iba de espaldas a la luz veía como los orcos habían echado botes al agua y se acercaban a una velocidad increíble para unos seres tan torpes en apariencia.

Nando  de repente soltó el remo y cayo hacía el fondo del bote.

  • Nando vamos un último esfuerzo
  • No puedo más lo siento amigos, me es imposible los músculos no me responden — Dijo en un leve susurro, casi lo conseguimos.

Miré a Golin y su cara estaba blanca, como si se hubiera quedado sin sangre por el terrible esfuerzo al que había sometido a su cuerpo, ya remaba por la pura inercia del movimiento que había estado realizando, no por que fuera consciente de ello.

  • Vamos amigo un último esfuerzo que ya casi lo hemos conseguido —le alenté al pequeño gran hombre.

Pero de nada servia, nuestros cuerpos se negaban a obedecer a nuestro cerebro, los orcos se nos echaban encima a una velocidad que era impensable ya el poder escapar, tan cerca y tan lejos de nuestra libertad.

Nos cercaron y nos llevaron de nuevo a la orilla, al llegar nos desembarcaron a empujones y Nando se golpeo la cabeza contra una piedra, perdiendo el conocimiento.

  • Malditos cabrones lo vais a matar — les grite presa de la rabia.
  • No matarrrr nosotross, matarrrr vosotros por querer escaparrrr

Dijo uno de los orcos que no había visto nunca hasta ese momento, hizo un gesto con la cabeza a otro que estaba a su lado en dirección a Nando y se fue hacia él con un sable en mano y le corto la cabeza de un solo golpe, luego se quedo mirando a su jefe y este volvió a asentir.

  • ¡Lo has matado hijo de puta, has matado a mi amigo! —Grité desconsolado.

Mientras le chillaba, el del espadón se dirigió hacía nosotros, el enano los insultaba con palabras que yo nunca había oído en mi vida, a la misma vez que me quedaba blanco esperando lo inevitable, por lo que me lance de cabeza a por el ogro, no se si para quitarle el arma, para evitar que matara a mi amigo o para acabar cuanto antes. El orco levanto el espadón y lo descargó sobre mi cabeza y de repente una luz blanca me cegó antes de envolverme en una oscuridad absoluta.

Poco a poco fui recobrando la conciencia y una claridad me daba en la cara de refilón,  notaba calor, como si un rayo de sol entrara por algún resquicio y me estuviera dando en la cara, no me atrevía a abrir los ojos por miedo a encontrarme la muerte de cara, los empecé a abrir poco a poco y me di cuenta que estaba en la cabaña en la que me había metido para pasar la noche y que todo había sido un sueño que seguía vivo en mi, me levante para salir de aquel chozo y de aquella montaña lo más rápido que me permitieran las piernas.

                                           Fin.

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DE CAMINO AL INFIERNO. CAPITULO 4.


Leer el primer capitulo. 

Leer el segundo capitulo.

Leer el tercer capitulo.

Capitulo 4.

Establecí un periodo de tiempo aproximado, cuando traían prisioneros debía de ser de noche, luego calcule los cambios de los guardias que nos vigilaban lo hacían dos veces al día por lo que supuse que era una vez por la mañana y otra por la noche, siempre eran los mismos por lo que imagine que eran de menor rango y no pertenecían a las milicias que hacían las incursiones en busca de mano de obra para la mina.

Con el paso del tiempo a algunos de mis compañeros de presidio se les fue ablandando el recelo hacía mi persona y poco a poco pude ir sonsacando algo de información, al primero fue a un hombre bajito con mucha barba y una nariz aguileña, muy robusto para su estatura, era quizás el más fuerte y el más hablador de todos, una vez te cogía confianza ya que también era el más desconfiado de todos. Se llamaba Golin.

  • Golin, ¿Puedo hacerte una pregunta?
  • ¿Puedo evitarlo?
  • Ja ja. Si y no, puedes contestar o puedes callar si te molesta.
  • ¿Qué quieres saber?
  • ¿De donde eres? Y ¿De qué raza?
  • Esta claro que soy un enano, nacido en las montañas de hierro, nuestra raza vive debajo de las montañas.
  • ¿Entonces aquí estas como en casa, con la salvedad que estas preso?
  • Menuda comparación. Es verdad que estoy acostumbrado desde que nací a estar bajo los túneles de las montañas durante semanas enteras, pero también necesitamos salir a las cornisas de las laderas a contemplar el sol y cazar por los bosques como vosotros los humanos.
  • Si quizás en eso tengas razón, todos necesitamos el aire puro y fresco de vez en cuando.
  • ¿Y esos de ahí? —le indique a un grupo de seres con una tez pálida como la luna y con orejas puntiagudas.
  • ¿Esos? Son Elfos de los bosques prohibidos, no se como pudieron cogerlos, es muy difícil apresarlos son grandes guerreros.
  • ¿Elfos? Creí que eran un mito, que solo existían en las historias de los libros antiguos.
  • Todo lo que se dice en las historias han salido de alguna realidad, que por lo que quiera que sea ha decidido ocultarse a los humanos, por su bien y por el de todas las razas.
  • ¿Que quieres decir con eso?
  • Pues que los seres humanos son destructivos, ambiciosos y envidiosos entre otras cosas, las demás razas nos hemos ocultado durante generaciones por miedo a que los humanos nos aniquilen tan solo por la avaricia de riquezas, de poseer nuestras ciudades, somos razas antiguas estamos en la tierra desde que el mundo es mundo y los humanos solo llevan unos pocos miles de años y se creen con derecho a todo; arrasan los bosques, talando los árboles, cazando por el gusto de cazar; nosotros solo cazamos lo que necesitamos y siempre hemos cuidado mucho de no matar a hembras preñadas en época de cría, sea de la especie que sea, solo matamos a los machos, vosotros arrasáis con todo.
  • ¿Qué más razas hay aquí? —Le volví a preguntar por desviarle del tema.
  • Allí en los hornos están los Gnomos, son poca cosa en cuanto a tamaño y comprensión, pero de una gran inteligencia, viven en lo profundo de los bosques debajo de los árboles centenarios, tienen un gran conocimiento de las plantas y son grandes amigos de los animales. — siguió contándome el enano.

El guardián se dio cuenta de nuestra charla y nos amenazo con el látigo para que nos calláramos y siguiéramos trabajando, mi amigo se cerró en banda ante la amenaza y no tuve manera de sacarle una palabra más.

Cuando nos trajeron de comer me acerque a unos de los últimos prisioneros que habían puesto en nuestro grupo, era un humano que como yo había apresado en un camino no muy lejos de la montaña, al parecer se dirigía hacia las llanuras, cuando lo sorprendieron en plena noche.

  • Hola, te he visto llegar hace poco, ¿Qué día era cuando te han hecho prisionero? — Le pregunte — Aquí la noción del tiempo no existe, no hay ni día, ni noche.
  • Era martes 15 de julio, no sé que día es hoy. — Me dijo aquel hombre. —Me llamo Nando.
  • Yo soy Román y este es Golin. —Le conteste mientras trataba de digerir lo que me había dicho.
  • ¿Cuanto tiempo llevas aquí? —Me pregunto
  • Llevo ya más de dos meses.
  • ¿Cómo te cogieron? — Me volvió a preguntar.
  • Como a todos al parecer, era noche, casi en la cima de la montaña iba al pueblo que hay al otro lado, me esperaban allí.
  • Había — me dijo. — Ahora solo hay casas vacías, la gente ha abandonado el pueblo, había rumores de que algo pasaba en la montaña, se ve que el humo de los fuegos de aquí abajo sale por algunas chimeneas, la gente del pueblo tenía miedo de que hubiera un volcán despertándose, así que decidieron abandonarlo.
  • Tiene que haber alguna forma de salir de aquí. —Masculle entre dientes, más para mí que para que me oyera nadie.
  • ¿Tú crees? ¿Pero cómo?
  • No lo sé, pero tiene que haberla, no quiero acabar mis días prisionero en este infierno. Quiero volver a ver el sol y respirar aire puro.—Seguí diciendo en un susurro presa de la desesperación.
  • Si hay alguna forma cuenta conmigo. —Dijo Nando.
  • Y conmigo. — Escuche a decir a Golin.

Gracias amigos, estoy seguro que con vuestra ayuda lo conseguiremos, empezare a pensar la forma de salir de aquí.

Continuara…

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DE CAMINO AL INFIERNO. Capitulo 3.


Leer el primer capitulo. 

Leer el segundo capitulo.

Capitulo 3.

Al entrar en aquel lugar vi un espectáculo desolador, cientos de personas hombres, mujeres y niños desnutridos semi desnudos con la poca ropa hecha jirones, por todos lados, unos picando las paredes de piedra de aquella mina, otros acarreando esportones de los escombros o empujando vagonetas cargadas hasta los topes que eran llevadas por unos raíles hacía el interior de donde provenía aquel calor insoportable, había niños con cubos de agua de un lado a otro dando de beber a los esclavos para evitar su deshidratación, pero aún así y todo algunos caían desmallados presa del agotamiento. Los guardianes eran orcos, llevaban látigos de tres puntas que no dudaban en descargar contra aquellos que se paraban para mirarme con caras de tristeza y de compasión, me quede sorprendido al ver tantas razas distintas en aquel espacio tan reducido, razas que ni siquiera conocía hasta que no empecé a tratarlos en los días que sucedieron a partir de mi llegada a aquel infierno.

Cuando me dejaron con el carcelero lo primero que me dijo.

 

  • Mirrarr allí, verr, intentarr escaparr.

 

Me dijo señalándome a un ser irreconocible que había colgado de unas cuerdas a un travesaño con la carne abierta allí donde los latigazos la habían sajado dejando al descubierto los huesos. Dudo que aquello que fue en algún momento una persona lo volviera a ser.

Dándome un empujón hacía adelante me ordeno.

 

  • A trabajarr. Tu llévalo a picarr con los enanos, parrece que estarr fuerrte para sacarr orro y metales de la piedra, vamos rrapido. — Ordeno a un vigilante que estaba allí cerca.

 

Este asintió con tan solo un gesto de cabeza, sin mediar palabra hizo restallar el látigo contra el suelo, para que comenzase a caminar por un puente de cuerdas que había unos metros mas adelante y que llevaba al otro lado de la caverna. Al llegar a una gruta mas pequeña en la que un grupo de personas de estatura bastante más baja que yo, pero de una complexión mucho más fuerte, estaban picando la piedra con picos y mazas, me hizo parar y me señalo un mazo.

 

 

  • Cogerr esoo trabajarr yaa — dándome un latigazo en la espalda para enfatizar sus deseos.
  • Maldito cabrón te voy a….
  • ¡Quieto! —Me insto uno de los hombres que allí había— No hagas nada o nos molerán a palos a todos, por favor no lo hagas.

 

Me quedé parado ante aquellas palabras dichas con tanto temor en la voz, aquel hombre se volvió y siguió a lo suyo, al darme la espalda la tenia llenas de cicatrices, algunas a medio curar todavía. El orco guardián se dio la vuelta y se marcho por donde habíamos venido, no sin antes cruzar unas palabras con otro que había vigilando al grupo que no cruzaba ni medía palabra entre ellos.

 

  • Quienes sois —Pregunte — Yo me llamo Román
  • Trabaja y calla o nos pegaran por tu culpa — dijo el más cercano.
  • Aquí los nombres no importan, no se vive lo suficiente como para ello.
  • ¿Cuanto tiempo lleváis aquí prisioneros?
  • Eso que importa, aquí no importa el tiempo, si no el momento, desearas morir.
  • No entiendo que no luchéis por vivir.
  • ¡Vivir! —Grito enfurecido — ¿A esto lo llamas vivir? Esto es el infierno en vida, no lo ves.
  • Lo siento, pero me niego a dejarme morir. —Dije intentando que se calmara.
  • Todos acabaremos muertos, no hay forma de salir si no es de esa forma.
  • Entiendo que estéis desanimados, pero tengo que intentar algo, no me voy a dar por vencido tan fácilmente.
  • Haz lo que quieras, pero hagas lo que hagas será en vano, esos orcos no te dejaran escapar, como no ha dejado a nadie desde que llevo aquí.

 

Sin mediar más palabras se puso a picar de nuevo como si yo no estuviera allí, pasado un tiempo ¿Cuánto? No lo sé, allí abajo no había forma de medir el tiempo, nos dejaban descansar por grupos cuando ya estábamos tan agotados que no podíamos ni empujar las vagonetas, pero no íbamos a ningún lugar, nos apartábamos a un lado y dormíamos allí mismo, nos daban para comer pan húmedo y una pasta que era mejor no saber que llevaba, las preparaban unas mujeres en otra caverna contigua y las repartían los niños más pequeños, había peleas por coger un cuenco de aquel potaje inmundo.

Los guardianes disfrutaban del momento al ver como se hacían trizas algunos por aquella bazofia, pero al momento los látigos retallaban sobre las espaldas de los contendientes para separarlos, no querían que se mataran y perder mano de obra, aunque no dejaban de llegar prisioneros cada poco tiempo, no se de donde los sacaban, a veces traían grupos de  quince o veinte, como si asaltaran poblados enteros, por lo que aprecie eran gente humilde, marginados que nadie echaría en falta.

Continuara…

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DE CAMINO AL INFIERNO. Continuación.


Si no has leído el primer capitulo sigue el enlace.

Leer el primer capitulo. 

Capitulo 2.

Encendí la hoguera y me senté a comer un poco de queso curado, pan y unas nueces secas que llevaba para el viaje, bebí un poco de agua, la cantimplora estaba menos de media y no había visto ni un triste manantial en todo el ascenso, aún quedaba algo de luz y me asome para echar un vistazo por el claro, moví algunas rocas intui que podía haber alacranes, y evitar que se metieran en el chozo al calor de la lumbre, no quería llevarme una sorpresa cuando estuviera dormido, una vez hecha la inspección del terreno por fuera y por dentro y al no encontrar ningún bicho me acosté agotado, debí quedarme dormido en seguida.

De pronto algo invadió mi sueño e hizo que me agitara y acabara por despertar sobresaltado, eran unos ruidos de piedras, como si alguien las apartara de una patada, me quedé quieto, un sudor frío empezó a recorrer mi espalda no sabía que hacer. Las pisadas se pararon en la puerta del chozo eran varios pares de pies a juzgar por el ruido, empujaron la puerta hacía dentro y se fue abriendo con un chirrido que parecía atronador en el silencio.

Una silueta ocupo el espacio de la puerta, había algo en ella que no se podía apreciar en aquella semipenumbra, solo oía unos gruñidos guturales, eran dos los que había en el quicio de la puerta, un tercero estaba detrás. Al entrar en el chozo y darles la luz de la hoguera vi algo raro del más adelantado , tenia en la comisura de la boca dos colmillos como los jabalís o más bien era como la cabeza de un jabalí con una argolla en la nariz y unos cuernos retorcidos que le salían de la comisura de la boca, el segundo era distinto con una cara deforme una cicatriz que le atravesaba de lado a lado de la cara, al último no lo pude ver, entre el miedo y que los otros tapaban la luz con sus cuerpos, llevaban una especie de petos de piel curtida de algún animal y unos cuchillos grandes colgados de la cintura, el segundo además lo que parecía un garrote.

Yo seguía acurrucado tras el catre en la oscuridad del aquel cuchitril sin apenas respirar, el corazón me latía con tanta fuerza que pensé que lo escucharían de un momento a otro con tan solo guardar un segundo de silencio; El cabeza de jabalí levanto la nariz olisqueando el aíre, me estaba oliendo lo sé, pero no tenía donde huir.

De repente la cama salió por los aires contra la pared del otro lado haciéndose astillas, las tablas del chozo crujieron, sentí como me agarraba aquel ser del brazo y gruñía como un loco  por haberme descubierto, se giro y le dijo algo a su compañero mientras me arrastraba hacía el exterior, la noche era cerrada no se veía a mas de dos metros por delante, una vez fuera me ataron las manos con una soga larga y comenzaron a andar hacía la cima de la montaña, al dar la vuelta al primer recodo entramos por un agujero que había en la pared de roca, que no había visto esa tarde cuando inspeccione el terreno, allí no estaba unas horas atrás, era imposible no ver un hueco así por el que pasaban dos hombres a la vez sin tocar el techo de la gruta, ¿como se me pudo pasar inadvertido?

Una vez dentro de aquella cueva, el de la cicatriz se retraso y vi como empujaba una gran roca tapando la puerta, por eso no se podía ver la boca de la gruta desde el exterior, porque estaba cerrada por la roca, al tapar la entrada nos sumergimos en la más absoluta oscuridad,  comenzamos a avanzar hacia el interior, de vez en cuando mi captor tiraba de mi para que andará más deprisa pero me era imposible seguir su ritmo y menos a oscuras a pesar de que al rato se me adapto la vista a aquella oscuridad y podía discernir la mancha negra que eran la silueta de estos seres.

Cuando parecía que había pasado una eternidad desde que comenzamos a caminar por aquel agujero y según mis sentidos me pareció que bajábamos por el interior de la montaña, por lo que supuse que eran galerías que iban serpenteando y cruzándose con otras cuando sentía golpes de aire. Pasados unos minutos comencé a ver un resplandor por delante cada vez más intenso hasta que al girar en un recodo salimos a una caverna muy grande excavada dentro de la montaña, en la que había otros ocho o diez de estos seres. Me arrastraron al centro delante del aparentaba ser el jefe del grupo.

  • ¿Quién erres tú? ¿Qué hacer tú en mi montaña?

Me pregunto aquel horrible ser a que le faltaba un ojo, se le veía la cuenca seca y vacía como si se lo hubieran sacado con una cuchara, la mano izquierda la tenía doblada hacía atrás, rota por el cubito y el radio hace mucho se le habían soldado los huesos mal, era más grande que cualquiera de sus compañeros.

  • Yo iba hacía la aldea que hay al otro lado de la montaña, solo estaba pasando la noche en el chozo.

Le conteste con voz temblorosa por el miedo, su sola presencia daba terror, su voz sonaba en el interior de la caverna como si fuera un trueno en plena tormenta.

  • Mentirra nadie sube hasta aquí para ir al poblados de los hombrress, nnunca venirr por aquí, irse por rrío.
  • Le prometo que digo la verdad, iba hacía la aldea creí que este era el recorrido más corto. —Le conteste con voz temblorosa.
  • Parra ti si serr el camino mass corrto porque ya hass llegado a tú final.
  • ¿Qué me va a pasar?¿Qué vas a hacer conmigo?
  • Prronto — Me dijo con tono jocoso. — Bajarrlo a minas con  demáss esclavos.
  • Como orrdenes. —Le contesto sin más preámbulos cabeza de jabalí.
  • No puedes hacer eso, soy un hombre libre, no un esclavo, quien te crees que eres para tratarme así. —Grite furioso y aturdido por los acontecimientos.
  • Serr rrey Orco. Rrey bajo montaña. —Gritó poniéndose en pie aquel ser.

Al gritar de esa forma que más parecía un rugido que palabras en si, me entro pánico, podía desmembrarme tan solo con sus manos, medía más de dos metros de altura y casi otro tanto de ancho, era una mole de carne y huesos, ahora entiendo  porque ninguno de sus congéneres le discutía las ordenes, le tenían miedo o pavor por cómo le miraban, a mi carcelero se le erizo el pelo de la nuca. Sin decir una sola palabras más me arrastraron literalmente hacía el interior de la caverna.

Bajamos y bajamos durante lo que me pareció una eternidad dando vueltas y más vueltas por aquellos senderos bajo la montaña. Cuando ya había perdido toda noción comencé a oír el sonido constante de un golpe: toc, toc, toc Cada vez más fuerte, parecía que nos acercábamos donde quiera que me llevarán, las ligaduras me habían sollado las muñecas y las tenía en carne viva, la sed era incesante y por más que pedía agua hacían oídos sordos, tan solo recibí golpes cuando presa de la sed y la desesperación los insulte a gritos a aquellos hijos del demonio. Solo quería un poco de agua no puedo decir que viera nublado porque no veía nada más que oscuridad, una negrura  constante nos envolvía y el calor, el calor a cada minuto que pasaba era más sofocante, estábamos bajando al mismísimo infierno.

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Continuara…

De camino al infierno.


Actividad de escritura a partir de los sueños para el.

Taller de Escritura FlemingLAB «Sueños»

Capitulo 1.

Atravesaba el sendero entre aquellos riscos que debían de llevarme a la aldea, junto al río, en aquel insólito paraje, hasta ahora no había visto nada más que arena y rocas desde que deje atrás la ciudad en aquel camión, en el que conseguí subirme, previo pago a su conductor por llevarme lo mas cerca posible de la montaña del desespero — vaya nombre para una montaña. Pero cuando baje de las traseras del camión y vi la montaña de cerca por primera vez, empecé a comprender el porque de aquel nombre, solo se veía desde la distancia un camino, que a juzgar por lo que apreciaba era estrecho y serpenteaba ladera arriba.

Montaña relato.jpg

El camionero al bajarme y mirar hacía adelante me pregunto.

  • ¿Esta usted seguro que quiere continuar? Miré que yo vuelvo esta tarde a la ciudad, puede venir conmigo al pueblo en el que tengo que dejar la mercancía que llevo y regreso de nuevo a la ciudad.
  • Gracias por el ofrecimiento pero he de hacerlo, me esperan al otro lado de esa montaña. —Le conteste con mas ganas de aceptar su ofrecimiento. —
  • Como usted quiera, le deseo mucha suerte.
  • Gracias, la voy a necesitar. — dije mientras me echaba la mochila al hombro y comenzaba a caminar, deseando que no me dijera de nuevo que me fuera con él, porque seguramente aceptaría.

De ello habían pasado ya cinco horas de aquel día de primavera, era el 5 de mayo del año de la caída. Seguía por aquella ruta de pastores que subía y subía por la montaña dando vueltas y revueltas entre las peñas a veces era tan estrecho el sendero que daba vértigo mirar hacía abajo, en una de ellas dejé caer un piedra y en su caída comenzó a arrastrar rocas sueltas y arena, aquello parecía un alud en toda regla, no lo volví hacer por miedo a verme arrastrado en aquella avalancha que yo mismo provocara, empezaba a atardecer y no había llegado a la cima por lo que me daba repelús tener que pasar la noche en aquel inhóspito lugar, solo sin una tienda de campaña, con tan solo un saco de dormir y una manta.

Continúe el ascenso lo más rápido que mis cansadas piernas me permitían para llegar arriba y buscar un lugar donde dormir; al dar la vuelta a una curva vi que hacía un pequeño llano en el que alguien —pastores seguramente.—habían construido un refugio de piedras, un chozo en el que cabían dos personas muy a gusto, aquello supuso un alivio para mi mente y sobre todo para mis piernas, podría descansar a cubierto y encender un pequeño fuego ya que en un lateral, dentro del habitáculo había leña suficiente y un pequeño agujero con un tiro que ascendía hacía el techo de ramas. Tan cansado estaba que no me pare a pensar de donde podrían haber traído todo aquello, en las laderas no crecía ni una mísera brizna de hierba.

Continuara…

Este espacio participa en XI edición de los premios 20blog.

Hoy acaba el plazo de inscripción a partir del día 17 comienzan las votaciones para la clasificación final. Gracias por tu voto.

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