Quise endulzar me el café,
para ver si me alegraba el día,
los versos me saben amargos
y sin dulzor la poesía.
Quise cargarlo de cafeína,
para que me despertara de este sueño,
lo cargue de melancolía
que me atrapa en este infierno.
Quise templarlo,
para que me reconfortara por dentro,
se puso ardiendo,
se me escaldan los sentimientos.
Y aún así escribo estos versos,
para que quien los lea se dé cuenta qué,
escribir no es de necios.
Es un sentir,
que nos amarga y nos endulza,
nos deprime y nos estimula,
nos abrasa y nos refresca,
y aún así lo hacemos.
Es un sentir,
en el que dejamos fluir nuestros pensamientos,
sentimientos.
Como manantial que nace en la montaña,
hasta que al llegar al mar arrastra
en sus entrañas cien mil palabras,
cuando desembocan en el papel se explayan.