Las últimas dos gotas de vino resbalan por mi cuello, que no por mi garganta, como el resto de sus hermanas. Les concedo la libertad. Les permito que me acompañen hasta la cama y que manchen las sábanas blancas, esperando así amortiguar la soledad.
Apago la luz y la habitación comienza a girar, o gira mi cabeza, o gira el mundo, mientras me quedo quieta y el resto disfruta del tiovivo. Tía muerta, susurro y me río, aunque debería llorar, pero no me quedan ganas, y la almohada todavía está mojada del ayer.
Como ayer, como de costumbre, no logro conciliar el sueño. Antes de que la rabia se apodere de mí, salgo del mundo de las sombras y busco consuelo, no en otra botella, ni en más drogas o medicamentos, si no en el libro de poemas que me aguarda en la mesilla, cogiendo polvo, porque no quería que…
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Gracias por compartirlo, Antonio, y por jugar conmigo.
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Siempre es un placer. 😉
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Tengo la impresión de haber tenido eso que llaman un déjà vu. Esto lo acabo de leer en algún sitio 😉
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Si? Que raro dime donde que lo mato. 😉
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Ya sabes donde 😀
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No me mates. Bueno, puedes intentarlo, pero no lo conseguirás.
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Jajajajaja. Si eres tu, no se me ocurriría.
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Soberbio Antonio, preciosa poesía y maravilla lo que habéis creado
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Estoy de acuerdo contigo es fantástica aunque el merito es de Henar, ella es la que ha echo lo difícil que es fusionar el poema dentro del relato dándole un sentido muy intenso a la obra en su conjunto. XD XD
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Es un trabajo en equipo. No te quites el mérito que tienes, no te lo permito. …
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Ay! No conciliar el sueño! Muy bonito!
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Gracias.
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Eso intento Loren, eso intento.
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