La charca del ahogado. Capitulo 3


Relato escrito para los 52 golpes 11/52

Aquí os dejo los capítulos anteriores para aquellos/as que estén interesados en leerlos.

https://antoncaes.wordpress.com/2018/03/08/la-charca-del-ahogado-capitulo-1/

https://antoncaes.wordpress.com/2018/03/15/la-charca-del-ahogado-capitulo-2/

 

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José Luis, el inspector, salió de la habitación del hostal, una vez se hubo aseado y cambiado de ropa, miro la hora en su móvil y eran casi la hora en la que había quedado con el guarda.

Juan le esperaba en el hall de hostal leyendo una revista.

 

  • Vallamos a ver al guarda y después nos vamos a comer, ¿le parece?
  • Como quiera señor
  • Se ve que no tiene hambre, ¿No Juan? —le pregunto con sorna.
  • Pues sinceramente si que tengo.
  • Entonces ya esta decidido —dijo el inspector.

 

Llegaron al cuartel y el inspector se presento al capitán, como es lo normal dentro de cuerpo.

  • Tengo para usted los informes del forense —le dijo el capitán una vez hechas las presentaciones.
  • ¿Hay algo nuevo?
  • Hemos cotejado las huellas de las victimas y tenemos los nombres de ambas.
  • Bien, gracias capitán —dijo el inspector cogiendo el sobre con los informes— Ahora los leo, antes quiero hablar con el guarda, debe de estar esperando.
  • ¡Ah! Es cierto, lleva un rato esperando, esta en la sala de reuniones. —le dijo indicándole una puerta al final del pasillo— Vaya, si descubre algo, manténgame informado inspector.
  • Descuide capitán así lo haré —le dijo el inspector mientras se dirigía hacía la sala donde se encontraba Bernardo el guarda.

 

Entró decidido.

  • Buenos días, soy el inspector José Luis Donoso y estoy al cargo de la investigación de los cuerpos que según tengo entendido, encontró usted ayer en el lugar llamado la charca del ahogado —dijo a modo de presentación.
  • Buenos días inspector, soy Bernardo, guarda forestal del parque nacional de Monfragüe —dijo a su vez el guarda— como bien dice usted, soy quien encontró esos cadáveres, aunque sería más justo decir que fueron los buitres quienes los encontraron, de no haber sido por ellos, lo mismo no me hubiera percatado de que estaban allí.
  • Tiene razón, he estado en el lugar de los hechos, quería hacer una primera valoración del lugar antes de venir a hablar con usted. Dígame, ¿Cómo creé que llevaron allí los cuerpos? —pregunto el inspector.
  • No lo se, supongo que en un coche.
  • Si es posible, pero no había huellas de rodada en todo el lugar, hasta donde aparcaron mis compañeros cuando usted los llamo.
  • Lo sé, uno de los guardias de los que iban con un mono blanco, lo comento.
  • Aja, esos de lo trajes blanco son guardias especializados, de la científica, o sea que ellos se dieron cuenta y lo comentaron ¿según usted?
  • Si, yo se lo oí decir a uno, se lo decía a otro compañero.
  • Bien, gracias. ¿Otra cosa que quisiera saber? —dijo el inspector— Según sus conocimientos de la zona, ¿Cuánto cree usted que tiene de profundidad la charca? en su lado más profundo.
  • Bueno calculo yo que ha de tener unos cinco o seis metros en el centro que es el más profundo, aunque parece que no tiene mucha profundidad, porque entra con una pendiente suave, al poco hace un cortado que la ahonda en casi tres metros, de ahí viene su nombre, hace muchos años unos chiquillos de la zona se fueron a bañar un verano, uno, el más valiente como siempre, se entro, al principio no le cubría y se confío, de golpe se hundió cuando el suelo desapareció bajo sus pies, los amigos fueron a sacarlo, con tan mala suerte que el que menos sabía nadar, cayo también dentro de la charca y el pobre acabo ahogado.
  • ¿Y el otro?
  • Al otro lo sacaron a duras penas, pero para el amigo fue tarde. Desde entonces se le llama la charca del ahogado, para que a nadie se le olvide con el tiempo.

 

El inspector le agradeció la información que le había dado, mientras se dirigía a Juan que se encontraba de pie al lado de la puerta.

 

  • Juan por favor, dile al capitán que venga, si no le importa.
  • A su orden inspector —le contesto el guardia, guardando las apariencias como era de rigor.

 

El capitán entro en la sala dirigiéndose al inspector directamente.

 

  • ¿Quería verme inspector?
  • Si capitán, solicite una orden para que un grupo de agentes rastreen y draguen la charca. Si estoy en lo cierto, el vehículo que se utilizo para trasladar los cuerpo esta en el fondo.
  • ¿Qué le hace pensar eso?
  • Vera, cuando he llegado, lo primero que he hecho ha sido ir al lugar de los hechos, con las fotos que mandaron a Madrid he ido comparando in situ cada descubrimiento, cada indicio y cada pista que descubrieron ayer los compañeros de la científica, me he percatado de que no había ni una sola huella de ningún vehículo alrededor del lugar, cuando he recorrido el perímetro he visto indicios de que borraron las huellas con ramas de encina, que luego fueron echadas dentro de la charca debajo de uno de los árboles que crecen a la orilla, de esta forma parece que la rama pertenece al mismo árbol, por eso se les ha debido de pasar a los compañeros.
  • Entonces, suponiendo que sea cierto lo que dice, como se fue de allí el asesino. ¿Cree que hay más de uno, que tenía un cómplice esperándole en otro coche? —pregunto el capitán.
  • Si y no. Quiero decir que… si, que hay más de una persona involucrada, y no, no se fueron en un coche, se fueron en una motocicleta.
  • Como puede saber lo de la motocicleta, no se han hallado huellas de rodada —dijo el capitán.
  • No se hallaron porque pisaron la hierba, por la noche el roció la empapó y a la mañana siguiente había vuelto a levantarse, pero en el camino donde el perímetro de seguridad se marco, entre las huellas de nuestros vehículos encontré unas huellas que no se correspondían con las de las motocicletas de los compañeros del seprona que allí estuvieron, y ahora al entrar he visto la motocicleta de Bernardo aquí presente y me he fijado en sus gomas, tampoco se corresponden con las del lugar — mientras explicaba los hechos a los presentes, le mostró unas fotografías de las huellas que había encontrado en el lugar.
  • Vaya, parece que a nuestros agentes se les ha pasado muchas cosas por alto —dijo el capitán algo molesto.
  • Tranquilo, no se lo tome a mal, no están acostumbrados a este tipo de investigaciones y es fácil que ciertos detalles se pasen por alto.

 

Tanto Juan, como Bernardo miraban atónitos las explicaciones que le estaba dando el inspector al capitán, ellos habían estado en el lugar y tampoco se habían percatado de nada de eso. El guarda era bueno en su trabajo, estaba acostumbrado a advertir las huellas de furtivos y descubrir las trampas que estos colocaban, e incluso a seguir sus huellas a través de la sierra, pero ni por asomo había visto nada parecido a la perspicacia que estaba demostrando el inspector de la benemérita.

 

El capitán solicito la orden para el rastreo de la charca, mientras el inspector y Juan se iban a comer algo a un bar que había cerca, en una pedanía a poco más de cinco kilómetros del pueblo y a unos dos o tres de la charca, luego irían a ver si sus sospechas eran las correctas.

Continuara…

 

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